Wednesday, April 27, 2011

El “puto” amo, el “puto” jefe es Messi

¿Debería arrancar ofreciendo disculpas por el título? Ni yo, que escribo las siguientes líneas, lo se. Me guío por las pautas y definiciones de quienes aseveran la inexistencia de palabras buenas y malas y por eso me otorgo una licencia. Para aquellos que se distrajeron busqué parafrasear declaraciones de Pep Guardiola previas al clásico de Champions League.
El nene hace lo que quiere. Y si hace lo que quiere es porque tiene que ser dueño. No queda otra. No hay demasiada vuelta de rosca. No solo es dueño, es amo y jefe de su vida, no solo de su habilidad, es el dueño del Bernabeu, el dueño del Clásico, el dueño del fútbol… el dueño de una tarde de miércoles. Esa misma tarde de “miércoles” que vivió el Real Madrid.
Hago una aclaración que es irrefutable. La serie no está cerrada ni mucho menos. Es verdad que la estadística le entierra cualquier posibilidad de alegría al Merengue. Lo esperanzador, en todo caso, para Real Madrid, es que la estadística en un deporte como el fútbol puede quebrarse y, entonces, las frases se tiñen en palabrerío y chau, vuelta de página.
Lo de Leo fue excelente desde donde se lo mire. Soportó embestidas, patadas, codazos, acciones que a cualquier humano con un grado de calor mínimo en el cuerpo lo sacarían de quicio. Lo apartarían del partido, lo avasallarían al barranco de la impotencia y de la locura.
Lionel fue paciente, trabajó bien el partido. Una vez más demostró que su forma es distinta a la del resto de un plantel que no deja de maravillar al planeta pero que, si uno se detiene a analizar el fútbol del blaugrana, posee falencias que no lograron explotar ninguno de sus adversarios. O la mayoría de sus adversarios.
Lo de Lionel no es casualidad. Leo busca siempre y, lo dicho, junto con Dani Alves (y Adriano cuando le toca jugar) son los únicos que van realmente hacia delante. El resto, estupendos a la hora de manejar la pelota, pueden balancear la estrategia a partir de la lateralización del balón.
Leo estuvo agazapado, como ese felino impaciente –pero sosegado al mismo tiempo-, hasta que Ibrahim Afellay logró realizar la mejor jugada, la más importante, desde que se unió al Barça y Leo se “comió” a Sergio Ramos, al que se le resbaló la Copa del Rey, al que así como el trofeo se le escurrió de entre las manos, Messi le ganó en velocidad, colándosele por delante cuando el andaluz solo cortó de manera perpendicular a la línea de meta. Que Messi haya definido entre las piernas de Iker Casillas fue mera casualidad, allí pasó el balón y fue por un capricho de la pelota como para que la daga que soportaba el Madrid fuera más punzante, insoportable.
Lo mejor vino después. Más tarde. Y cuando digo lo mejor lo digo desde el aprecio y la admiración que me genera Lionel. Hablo desde el inconveniente profesional que me genera Messi. Es que ¿como hacer para esquivar el asombro, la fascinación? Intento apartarme, verlo desde otro lado. Me es utópico. Cuando Sergio Busquets detuvo la pelota y la dejó dormida, llegó él, la despertó, la sacó a pasear, la transportó por su sendero mágico dejando atrás a cuanto rival salió a buscarlo y a quedar haciendo el ridículo ante la pintura inusual de un mago zurdo que concluyó su obra de arte acariciando la pelota de pierna derecha, soltándola como una pluma para que Iker quede a mitad de camino con evidentes signos de impotencia. Nada menos que a Iker Casillas. Si Real Madrid merece más lo merece por Iker y por Cristiano Ronaldo, los únicos tipos que realmente necesitan del resto, porque son los únicos, de los que actuaron en el clásico, que expusieron al mundo su agotamiento, la carencia de contestaciones para quebrar al blaugrana.
Estarán los inescrupulosos que me tildarán de hincha del Barcelona. Se equivocarán. Lo digo una y otra vez y mil veces si hace falta. Mi mundo no empieza ni termina con Barcelona o Real Madrid. Para otros lo será. No para mí. Hoy me recuesto con la amplia alegría de haber sido testigo de Lionel, otra vez. Hoy quiero quedarme sin garganta relatando las aventuras de un nenito que se está recibiendo de hombre en la universidad de la vida… porque como jugador de fútbol da lección, es titular de una cátedra con capítulos desconocidos a cada paso que da, con o sin la pelota.

Monday, April 25, 2011

La agresión, el recurso del limitado

El contar con un blog me abre al mundo. Sea enorme o escueto. Se fantástico o sencillo. Debajo del “METELE BOMBA”, nombre que recibe mi espacio, hay una aclaración importante. Al menos es importante para mí. Porque este blog es mi programa de radio en letras, porque es un espacio para la información, para la opinión y para el debate.
Quiero usar más que nunca el blog para aclarar algunas cuestiones que me están hartando ferozmente.
Vivo la felicidad de poder relatar fútbol en uno de los canales más importantes de Estados Unidos. Lo hago porque me lo gané, porque la luché, porque sigo luchándola a diario y porque mi estilo no va de la mano con la quietud y la levedad.
Como valor agregado a mi tarea cuento con la fortuna de narrar el torneo de España y, como consecuencia, al Barcelona y al Real Madrid, dos de los clubes más grandes del planeta que tienen la fortuna de acopiar millones y millones de fanáticos.
No voy a transitar el camino fácil, el atajo de la generalización. Lo que tampoco haré es permitir que cualquiera me diga lo que se le ocurra.
Hay un concepto muy fallido que nace de ciertas personas y que el desconocimiento que evidencian los impulsa a entender que en el universo hay solo dos equipos y son los que mencioné anteriormente.
Error absurdo. Yerro inadmisible. El fútbol no empieza ni termina en Merengues o Culés. Solo son una parte de la historia del deporte. Y fíjense lo dispar del análisis del fanático que hay gente que me tilda de culé y otros tantos que me tratan de Madridista. No se puede estar con Dios y con el Diablo. No desde el fútbol.
Lo lamentable se acrecienta cuando uno trata de hacerle comprender al hincha del blaugrana que nada me une con el Real Madrid. Y viceversa.
Quise ser médico; más tarde estudié Ciencias Económicas durante tres años con la idea de transformarme en Contador… descubrí que mi vocación era el periodismo. Largué todo lo anterior e inicié un camino que terminé y que ahora transito desde lo profesional. Soy periodista las 24 horas de los 365 días del año. Soy periodista cuando estoy en el trabajo y cuando no lo estoy. Soy periodista durante las festividades de fin de año y en las vacaciones también. La mía es una profesión que no cede, egoísta, que desgasta, que demanda, que te roba miles de momentos que un ser humano “normal” disfruta. Yo me regocijo, desde otro lado.
Ahora bien. Que muchos (y no se cuantos pueden ser) me conozcan a partir de las transmisiones no los habilita a creer que me conocen. Porque el 99,9 por ciento de ustedes no tienen ni la mínima idea de quien es Diego Pessolano.
Soy abierto a la crítica porque existen dos aristas para esta. Una es la crítica que se recibe con los brazos abiertos, es decir, la constructiva. La otra, con los puños cerrados, como la destructiva. Créanme que no busco transformar en beligerantes a estás líneas pero atacaré con toda mi fuerza, desde la palabra, a las basuras que se escudan detrás de un seudónimo, de un sobrenombre, de una frase hiriente para faltarme el respeto.
La vulgaridad es una característica paupérrima que alguien puede reflejar. El agravio es moneda corriente de los inútiles. El desconocimiento es una alarma temible. Estas atrocidades las reúnen los cobardes que se meten detrás de frases insultantes en las que solo persiguen la reacción y cuando topan con ello, porque uno es humano, transpira y tiene sangre en las venas, se despachan como corderitos mojados. En pocas palabras, tiran la piedra, esconden la mano, son pávidas lacras que merecen cero atención pero que un tonto como yo, todavía, se digna a responder.
Yo se que no me está leyendo mucha gente. Se que al blog le falta crecer. Cuesta, es verdad. Pero va a crecer. Lo que no permitiré es la falta de respeto hacia mí ni hacia ninguna de los coherentes participantes de este blog. Hoy somos una sociedad pequeña, mañana seremos muchos más.

Sunday, April 24, 2011

Sensaciones de la jornada #33 de España

Siguió la fiesta del Madrid luego de la obtención de la Copa del Rey. Algunos se atreven a castigar a José Mourinho tildándolo del anti-fútbol, como si dentro de las permitidas por la ley no estuviese permitido jugar a lo que mal llaman “la defensiva”. Es decir, replegarse para dejar venir al rival y cuando se quita la pelota buscar explotar el contragolpe. Increíblemente los hinchas del Barça se sienten ofuscados por el planteo, por la determinación del estratega portugués. Es lógico. El blaugrana no supo quebrar el cerrojo, una vez más. Digo una vez más porque ya le hizo eso Mou cuando fue técnico del Internazionale de Italia. Ya con el merengue, en noviembre de 2010, quiso jugarle de igual a igual al Barcelona en Camp Nou y… así le fue. Se llevó una manita inclemente, con una lección de fútbol de parte de los culés, evidenciando un fútbol no visto en los últimos, que digo, veinte años.
Más allá de las lágrimas de la derrota, la mayoría de los hinchas de verdad del Barcelona supieron reconocer el triunfo ajeno y, en todo caso, demandarán a Guardiola que estudie la forma de cómo contrarrestar el juego “sucio” que le planteó Mourinho.
Real Madrid, sin presión, con la tranquilidad del objetivo de la Copa de Su Majestad y desplegó un fútbol exquisito ante Valencia. Me hablaron de un cuadro suplente, de hombres que no tienen la capacidad de ser titulares domingo tras domingo o fecha tras fecha. Es cierto. Lo que también es verdad es que el abanico abierto reflejó la amplitud de plantel del Madrid a diferencia de lo corto que es el del Barcelona. Los hombres que saltaron al terreno de Mestalla para el partido de Liga contra Valencia son titulares en cualquier club de la Primera División de España. Lo afirmo sin un mísero titubeo. La versión de Kaká, la reaparición de Higuaín en el gol, la eficiencia de Benzema, la asociación de fútbol en general, desnudaron a un Valencia errático y enaltecieron la riqueza de los del Santiago Bernabeu.

Continúo en el viaje por lo que he visto de la jornada, hasta ahora, porque estas líneas están siendo desarrolladas previas al programa de La Liga 360.
Barcelona le ganó a Osasuna. Le ganó y punto. No siento esa necesidad de redactar que lo hizo mereciéndolo como en el noventa y pico por ciento de los partidos que he visto y me ha tocado relatar de los de la Ciudad Condal. ¿Por qué? Simple. La distancia que separa a los titulares de los sustitutos es abismal. De hecho me animo cada vez más a creer que lo estupendo del fútbol de Xavi e Iniesta, a quienes considero excelentes jugadores de fútbol, ha mermado y lo que se ve, lo que se atestigua por estas horas es una adaptación normal de los mencionados anteriormente.
Destrabaron, los blaugranas, un choque extraño contra Osasuna, un rojillo que intenta escapar de una zona de descenso que cada vez lo ahoga más, como si estuviera disolviéndose en las arenas movedizas de la segunda división. Ese Osasuna se asustó cuando tuvo que enfrentar a Víctor Valdés, el mejor portero de España. Hago un paréntesis aquí. Casillas es ganador de finales, eso es indiscutible. Ahora, Valdés, desde hace tiempo a esta parte, es el número uno de España. Logró transformarse en arquero de equipo grande, de esos porteros que los atacan poco, realmente poco, y que dicen presente a la hora señalada.
Villa quebró un maleficio superior a dos meses, quebrando redes rivales y en el segundo tiempo ingresó el mejor del mundo, entró Lionel Messi. Es diferente cuando él está en la cancha. En los relatos me atrevo a llamarlo “el intelectual del fútbol”, y es que como él nadie ve el juego, nadie. Ni siquiera un arquitecto como Xavi o un duende mágico como Iniesta. Su mejor socio, del socio de Messi hablo, es decir Dani Alves, emanó su cara débil. Y bueno, un partido malo lo tiene que tener. No es que lo puede tener… tiene que tenerlo, por la única razón de que es humano.
Sobre el final, Leo hizo de las suyas, palo y a la bolsa con un 2 a 0 que no le regaló ni un milímetro de esperanza a su más inmediato perseguidor, al rival de toda la vida.

Quiero cerrar con lo estupendo, lo electrizante del Sevilla 3 – Villarreal 2. Todo indicaba, después de las anotaciones de Rakitic (de tiro libre en el minuto 9) y de la exquisita definición de Álvaro Negredo (de derecha y por arriba de Diego López en el minuto 14) luego de una sensacional habilitación de Diego Perotti, que la historia en el Sánchez Pizjuán terminaba en goleada a favor de los de Gregorio Manzano. Mereció irse al descanso con algún gol a su favor el Submarino pero la culpa la tuvo Javi Varas. El andaluz vive un momento magnífico y relegó a la banca a un indiscutido como supo ser Andrés Palop.
En el complemento había solo un equipo en el césped: Villarreal.
Marchena, ex hombre de la institución del barrio de Nervión, el que nació en la localidad Las Cabezas de San Juan, protagonizó el descuento. Más tarde haría de las suyas, de las (lamentablemente) normales y fue expulsado por doble amonestación. Se le venía, al Sevilla, el Villarreal y entonces un cambio de Manzano cobró réditos veloces. Romaric picó, recibió el balón, definió e inundaba hasta el cuello la esperanza de los castellonenses. También un cambio de parte de Garrido, inteligente, vio a Rossi ingresar y finalizando una acción grupal, genial, destelló con un preciso remate de zurda. Lo quiso empatar el Submarino, lo tuvo a tiro. Un palo, el de la mano izquierda de Javi Varas fue el culpable de que no haya finalizado en tablas. La victoria de Sevilla estuvo bien y Villarreal tiene la mente en acaparar el que significaría el primer título internacional en su palmarés porque se prepara para la semifinal de la Europa League donde querrá sortear al incómodo Porto.

Tuesday, April 19, 2011

Una más de la UEFA y van…

En el mundo del fútbol no debe haber un tipo más bueno, tranquilo, adiestrable, sencillo, simple, medido, respetuoso (y la lista puede seguir) que Andrés Iniesta. El problema para el número 8 del Barcelona es que, en competiciones europeas, la UEFA es la que determina cómo un jugador debe actuar dentro del terreno y, hasta donde supe y me enseñaron, deben ser los referís los que dictaminen si existen infracciones al reglamento o no.
De hecho –ustedes lo saben muy bien- son los árbitros los que aplican las reglas, quienes sancionan cada una de las acciones que se generan dentro de un rectángulo. Hay normas preestablecidas como la suspensión inmediata a partir de la acumulación de amonestaciones. En uno de los cruces de cuartos de final de la Champions League, el de Fuentealbilla vio la tarjeta de amonestación y por tal motivo no actuó en la vuelta contra Shakhtar. Se presentó una denuncia a la UEFA de parte del comisario del partido que, desde su subjetividad, cree que la amarilla de Iniesta fue buscada, que persiguió la amonestación para sortear el viaje a Ucrania y luego llegar “limpio” a la semifinal contra Real Madrid.
¿Es posible que alguien, que un ser humano, esté en condiciones de determinar realmente la intencionalidad de lo hecho por Iniesta?
A ver, hay cosas que deben ponerse en orden. Aparentemente, por la intuición de un comisario deportivo que estima que Iniesta actuó adrede, Barcelona no contaría con uno de sus generadores de fútbol más importantes en uno de los choques fundamentales de la temporada. Una barbaridad, una nueva muestra de que la UEFA quiere, busca, persigue manipular cada vez más al fútbol. Ojo que no estoy saliendo en defensa del Barcelona, porque seguramente aparecerán quienes sientan que estoy molesto porque se trata de uno de los blaugranas. Lo hubiera dicho si le pasaba a Cristiano Ronaldo o a cualquiera de los componentes del Real Madrid o mismo a otro elegido al azar del plantel de Guardiola.
Es imposible determinar qué es lo que realmente imaginó e idealizó el manchego. El reglamento fue aplicado contra Andrés Iniesta. La sanción que le correspondió fue pagada y de buenas a primeras tendremos que aguardar hasta el miércoles para enterarnos de una resolución que podría ser ridícula.
Planteemos la hipótesis desde otros lados. Un futbolista que quiere simular una falta y es descubierto por el árbitro, resulta amonestado e incluso puede ser expulsado. Punto final, a otra historia. Si por equis motivo el silbante no lo vio ya pasa al territorio de los yerros arbitrales y que forman parte del juego como cuando no logra visualizar una infracción, o un off-side, o cualquiera de las cientos de opciones probables de un partido de fútbol.
Si un jugador de un equipo que ataca es verdaderamente consciente de que está en posición adelantada, el árbitro o el asistente no lo ven y la jugada termina en gol, al no sincerarse el futbolista en cuestión expresando que supo siempre que estaba obteniendo algún provecho de esa ubicación ilícita, entonces también tendría que ser suspendido de oficio. ¿Allí no hay subjetividad de parte de un comisario deportivo?
Me causa gracia cuando “pescan” a un jugador escupiendo a otro y el que lleva las de perder es el que salivó. Jamás supe si hubo un careo posterior al acto y preliminar a la sanción con la otra parte involucrada. Aquel escupitajo, ¿no puede haber sido en respuesta a una agresión del de enfrente? Sí, ya se. El salivar a otro, mismo a un compañero, está penado por el reglamento. También está castigada por el reglamento la agresión verbal a un rival o compañero. Tranquilamente estoy en situación de juzgar que si hubo una reacción fue porque, previamente, militó una acción.
La UEFA sigue en su tozudo camino de transformar el fútbol en un deporte de videojuegos. Qué tristeza. Ojalá se haga justicia y que Iniesta no sea sancionado. Ojalá ustedes, los hinchas, puedan disfrutar de uno de los mejores jugadores del mundo en una serie vital tanto para Barcelona como para Real Madrid.
El mensaje de la UEFA es triste porque, ante todo, le están quitando la picardía al fútbol, elemental en una disciplina que es solo para elegidos.

Saturday, April 16, 2011

Tablas en un Clásico flojo


No voy a decir que no esperaba más porque mentiría. Ustedes también aguardaban algo diferente. Aunque el hincha lo vive de otra forma, porque lo sufre, porque se apasiona porque no está predispuesto al análisis y está muy bien que así sea. El desglose es nuestro tema, es nuestro deber. Se hace todo lo posible para apartarse, de alguna manera, del partido pero es tan atrapante, llega a enroscarse el solo hecho de que se muevan dentro de una cancha Real Madrid y Barcelona. El partido mismo no revela escapatoria posible.
Fue un Clásico en rojo, en deuda. Un Clásico insípido, taciturno. Fue un partido que se jugó como quería Mourinho y no Guardiola. Mourinho intentó meter músculo en la mitad de la cancha y obtuvo réditos, escasos, pero réditos al fin de esa idea.  Se enfrentaba con la obligación de enterrar la manita de Camp Nou. Obviamente que en la historia quedará impregnada a fuego aquella noche de lunes 29 de noviembre de 2010 porque el Barça trató al Real Madrid como si hubiera sido un entrenamiento. En este 16 de abril, Barcelona contó con la administración del balón, es cierto, igualmente no logró ser lo punzante que nos ha acostumbrado. No vimos al Barcelona que nos adiestró, que pegó fuerte en los momentos que pretendió. Y cabe destacar que Real Madrid es el más cómodo de los adversarios a los que pueden enfrentar los culés porque será, el blanco, el único rival que no se le esconderá, aunque apreciamos una notoria marca en zona del Merengue, parado desde la mitad del campo hacia el arco de Iker. Nada malo en ello, nada prohibido.
La sensación general, cuando uno va descansando su cuerpo y bajando a la tierra, habiendo abandonado una jornada intensa, es que el empate fue lo más lógico, como debía cerrarse este, el primero de cuatro enfrentamientos que tendrán Real Madrid y Barcelona. Se viene el de Copa del Rey y luego los dos de Champions League. Lo que se huele es que La Liga parece tener dueño pese a que resta un extenso camino por recorrer.
Lo que sigue es un análisis de cada uno de los jugadores que estuvieron en el Bernabeu y voy a comenzar por el local.

Iker Casillas: Trabajo escaso aunque oportuno, atento al adelantamiento de sus centrales. Casi no le patearon.
Raúl Albiol: Prácticamente no tocó la pelota y cometió un penal infantil. Cada vez que juega un Clásico comete yerros importantes.
Ricardo Carvalho: Sacó lo que anduvo cerca, se proyectó en dos ocasiones aunque no gravitó en ofensiva. No es su obligación.
Sergio Ramos: Se lo vio retenido, pensando más en que no lo superaran que en aportar lo que habitualmente le entrega a los suyos.
Marcelo: Su inconsciencia para jugar muchas veces lo encuentra bien parado y generador de situaciones importantes. A él le cometió el penal Dani Alves.
Sami Khedira: Regular. Tuvo buenas y malas, en líneas generales el balance es positivo.
Xabi Alonso: Desconocido. Nos metieron un clon y no nos dimos cuenta. El peor partido suyo desde que está en el Madrid.
Pepe: El mejor de la cancha. Demostró que quería ganar, que no le cabía otra opción. Luchó, metió, se enojó, encaró, pegó, ordenó… hizo todo. Mou y su habilidad de reubicarlo le genera una opción más al mediocampo.
DiMaría: Segundo Clásico y nueva deuda con la afición del Madrid. En la única que vio limpia, en lugar de tocar quiso ser héroe.
Cristiano Ronaldo: Corrió más de lo que jugó. Enojado y ensimismado, al menos, quebró su sequía contra el Barcelona.
Karim Benzema: Si la pelota no le llega es imposible que aporte.
Mesut Ozil: En el poco tiempo que estuvo sobre el césped demostró que, si en algo pifió Mou, fue en no colocarlo de titular.
Álvaro Arbeloa: Poco y nada. Ingresó para ensuciar el partido.
Emmanuel Adebayor: Se lo notó más activo que Karim. Necesitó de tiempo.
Víctor Valdés: Al igual que Iker, trabajo nulo. Atrapó bien un tiro libre de Cristiano y nada más.
Carles Puyol: El Madrid no atacó por su sector. Necesita recuperar ritmo.
Gerard Piqué: No perdió, cubrió bien las espaldas de Puyol y de Adriano. Firme como hacía varios partidos no se los veía.
Dani Alves: Apareció poco cerca del área rival. Cuando DiMaría jugó por ahí no debió preocuparse por marcarlo porque no gravitó.
Adriano: Fue inteligente en el ida y vuelta retenido. Hasta la mitad de la cancha se desempeñó perfecto y estuvo retenido para marcar a Cristiano.
Sergio Busquets: Partido de seis puntos. Barrió bien los laterales y se desprendió rápidamente de la pelota hacia los que la manejan.
Xavi: Retenido porque le cerraron el pase a la “puñalada” por el callejón del medio.
Andrés Iniesta: Comenzó errático, desconocido. Fue elevando su nivel aunque no gravitó salvo una habilitación a Messi en el primer tiempo tras una jugada de cuarenta y siete toques del Barcelona.
Pedro: Lejos del nivel que deslumbró al mundo. Colaborador en la presión y mañana será otro día.
David Villa: Encerrado en la desesperación de volver al gol. Lo más cerca que estuvo fue cuando lo cerró Albiol quien lo ahorcó para darle el penal al azulgrana.
Lionel Messi: Encaró sin definición limpia. Sintió el rigor de Pepe que fue el único que descifró los arranques de La Pulga. Generó el desvelo de toda la última línea del Real Madrid.
Maxwell: Ingresó frío, sin ritmo de Clásico.
Keita: Cuidó su quinta. Ingresó por la lesión de Puyol y, al retrasarse Busquets, intentó manejar las marcas en el medio.
Ibrahim Afellay: A esta altura parece no haber entendido el sistema del Barcelona. Si ingresó es porque Pep no tenía otra alternativa.

Luego del empate 1 a 1 nos vamos alejando del Clásico de Liga y nos aproximamos al de la Copa del Rey. Un nuevo Madrid vs. Barça, una nueva historia por escribirse. 

Wednesday, April 13, 2011

El legado de Diego según Antonio

Por Diego Pessolano
Cuento de fútbol


Iba de un lado para el otro de la vivienda. Impaciente. Sabedor de que se reencontraría con una de las actividades que más disfrutaba. Lógico. ¿A quién, siendo chico, no desesperaba toparse con el momento del partido de fútbol? La cita era la misma si transcurría con amigos, o amigos de algún amigo, o simplemente con conocidos o allegados. Cuando la pelota empezaba a rodar ya los amigos dejaban de gozar del tratamiento afectuoso. Es que cuando la pelota pone en marcha su viaje por la cancha todos queremos estropear al oponente. No hay amistoso que valga. Puede jugarse por quien paga la Coca Cola, la cerveza, el asado. Por lo que sea. Pero por sobre todas las cosas uno juega al fútbol por el honor. El honor no se desestima, todo lo contrario. El héroe en el barrio es el que carga la capacidad de marcharse a casa bañado en la sensación única del deber realizado. Vos ganaste, sos Gardel; si perdiste sos un salame, el sonso, el que tendrá que masticar la bronca – eternamente dura como durmiente de ferrocarril- hasta que el fútbol te de la revancha y, cuidado… celebrá en el próximo porque sino te toman de punto y cuando en el fútbol te tienen de punto tu reputación merma y ahí te quiero ver.  
Me ensalcé dialogando sobre el fútbol y si bien esta historia tiene como uno de sus ejes a ese bellísimo e inexplicable arte, lo que quiero narrar pasa por Antonio. Debería decir Antonio por tres. Es que mi papá se llama Antonio. Mi nombre también es Antonio. ¿Cuál otro sería el de mi hijo? Flor de quilombo se armaba en las reuniones familiares si algún presente clamaba por Antonio. Automáticamente las tres generaciones poníamos en funcionamiento nuestro buscador hacia quien actuaría de interlocutor para lo que se aproximaba. Donde no había yerros era cuando el nombre partía de la boca de cierto socio de esta trilogía homónima. Si yo decía Antonio mi padre comprendía si me refería a él o a mi hijo y así en el resto de los casos porque para qué describir un particular enrollo que tal vez era peculiar, sin ser exclusivo.
A mi papá lo bautizaron Antonio y había un por qué. El abuelo, el papá de mi padre, tuvo el infortunio de que lo anotaran como Luis Alberto. El nono llegó de Italia, se instaló en la provincia de Santa Fe y por aquellos lugares con un nombre tal -de actor secundario de telenovela barata- no te perdonan. Porque Luis y Alberto son dos nombres, pero en Santa Fe te lo hacen uno. No es un ejercicio singular de esta provincia, ocurre en otros varios pueblos y ciudades del país. Obviamente que de eso uno se da cuenta con el tiempo, cuando la vida te lleva a caminar por sí misma, tomándote la mano y no permite escapatoria. Entonces el Luis Alberto era unido por una letra jota. Cuestión que el Luis Alberto sufría una metamorfosis dialéctica a un Luijalberto. Mi abuelo puteaba con la adherencia. Indudable, ¿qué método diferente emplearía un tano del sur de Italia? Humano, de menos pulgas que alfombra de hotel cinco estrellas, no digería el Luijalberto y qué camorra se armaba en los días donde su pie izquierdo era el primero que conectaba con el suelo al abandonar la cama.
De movida sucedía algo inusual. Italiano, como divulgué, y con nombre español. Lo sensato hubiera sido Luigi y no Luis. Luis, nombre que posee las vocales débiles i y u… verdaderamente una cagada. Me quedé corto; una reverenda cagada. Su procreador, el abuelo de mi papá –y espero que el árbol genealógico no haya mutado a bosque genealógico con tintes de laberinto- aparentemente anduvo enamorado de Concepción, una murciana que, al ser componente de una familia adinerada de España, se regalaba lujos. Había que viajar a fines del siglo XVIII dentro de Europa, no era una materia simple de rendir. Coyuntura inusual. Esta mujer le habría dicho -en esas románticas charlas que los enamorados tienen y donde se habla sobre asuntos que nacen, se desarrollan y mueren en un lapso breve- que de tener un hijo los nombres que ella barajaba eran Luis o Alberto. El pollerudo –no escribo lo que realmente navega por mi mente para no ofender la memoria de mis antepasados- sacando provecho de la sociedad machista de la época, anotó a su primogénito con los nombres escritos arriba. Funesto acto de misoginia.
El anciano guardaba la historia muy en su interior, como si dentro de él albergase una cárcel de máxima seguridad. La anécdota, inédita para los demás. Debían tenerse agallas para compartirla porque a la famosa Concepción sus allegados le decían Concha e imaginate que si en Argentina llegás a decir que tu papá estuvo perdidamente enloquecido por el amor de una Concha… estás frito, estás liquidado. Sos objeto de burlas diarias. ¿O puede ser distinto?
A mi abuelo le llegó el turno de emigrar nuevamente. Ahora más cerca porque no cruzaría el Atlántico. La travesía, escueta, consistía en traspasar la frontera que divide una provincia de otra. Descendería algunos kilómetros para amarrarse a Buenos Aires y se instalaría en un barrio cuyo apelativo no viene al caso.
Él, que se jactaba –mentirosamente- de jamás dejar fuera de una opinión a su esposa, contó que logró ganar una batalla durísima, una Termópilas hogareña; la inscripción del nombre de su único hijo, es decir quien tiempo después terminaría siendo mi padre y quien ustedes bien saben (a esta altura) que su nombre es Antonio. Ni lo consultó, se mandó solo en una determinación unilateral.
Antonio, un nombre potente, que cargaba lo que un nombre italiano meritaba acarrear. Vos fijate. Al decir Antonio uno pone énfasis en la primera o, ahí donde descansa el acento prosódico y hasta la i amanece con impulso y no se desinfla. Vos decís Antonio y te sale del esternón del organismo. “Antonio”. Es como que un tanque atravesando tu pecho. En cambio recitás un Luis y ¿en qué pensás? Si, ya se, en un pedito de vieja. De esas viejas fuleras, que tienen cara de malas, que nunca una alegría… de esas viejas que, sin quererlo, exhiben la enagua, siempre más larga que la pollera y de las que si tu pelota caía en el patio de la casa de alguna de éstas, a la mierda. Chau pelota. Y olvidate de rogarle de rodillas y de suplicarles a tus progenitores que te compraran otra. Más fácil era cruzar la cordillera a caballo. Dice la efeméride que Don José de San Martín lo hizo, ¿hubo alguien más? No iba a ser yo ese. Seguro que no.
En fin, lo interesante fue el por qué mi padre decidió llamarme Antonio a mí. Para la época en la que nací, en 1962, en el globo dominaba el hombre pero la mujer gozaba, cada vez, de más espacio. Paulatinamente saltaban las vallas de la prepotencia de los varones expandiendo la habilidad mental y la agilidad que neutralizaba largamente a la del sexo opuesto.
Merecían las damas más de lo que acopiaban y fueron convictas de una  injusticia ya veterana en la tierra.
Mi madre tiraba de un lado de la cuerda y mi padre del otro. Con la promesa del retorno veloz a la sala del sanatorio donde descansaba quien supo dar a luz una hora atrás, avisó que iba al quiosco por cigarrillos. En pleno centro porteño, custodiando la clínica, debía haber alrededor de quince o veinte negocios de venta de cigarrillos, golosinas, etcétera. A las tres horas de esa embustera profecía, se le apareció a mi madre con un certificado de nacimiento en el que el renglón estipulado mostraba un Antonio Roncatto. Si dicen que algo de nuestros primeros minutos en el universo se nos graba perpetuamente, juro que eso debe haber sido el semblante de mi mamá. O será que lo soñé y aluciné que distinguí su horror.
Antonio Rocatto II (íes típicas de los anglos, no de nuestra cultura), o sea yo, lastraba ese nombre por Antonio Ubaldo Rattín, El Rata, símbolo de Boca Juniors, exponente de la genética Xeneize. Decir Rattín significaba decir Boca y mi viejo, un apasionado del sentimiento azul y oro, se vio ante la casualidad de llamarse igual que su ídolo y aprovecharía el azar para estirar la línea familiar desde el lado varonil. Si sos de Boca y tus padres se inclinaron por el nombre Antonio debido a Rattín es pretexto suficiente para erguir el tórax con orgullo. El Rata me arrancó lágrimas, lo reconozco. Un día, control remoto en mano, practicando el extraño sabor del zapping, me llevé por delante a Rattín. A él y a mí nos apartaba la pantalla. El programa tenía su Apocalipsis en una oración de Rattin. “Si volviera a nacer, jugaría al fútbol…”; lo miraba fijo y escuchaba ansioso. Creí que se dirigía a mí y podían estar bombardeando el barrio que nada me movía de la ubicación. Agazapado precisé que redondeara su dictamen. Aterrizó nomás y me aflojó las patas, me liquidó, no me defraudó: “… y jugaría al fútbol solo con la camiseta de Boca”. Me desmayé despierto. Tembló mi cuerpo, se me erizó la piel. Esos que te vienen con el cuento de que la piel se te pone de gallina no entienden. Andá a la puta que te parió con la piel de gallina. A nosotros, a los de Boca, se nos eriza la piel. Dicen que cuando el pellejo se eriza es porque se ve involucrada la hipodermis y debido a una impresión de frío se genera el fenómeno. ¿Frío? El Rata transmite pasión, vehemencia, delirio, garra. El Rata podría haber dicho, “vuelvo a nacer, si tengo suerte sería jugador de fútbol otra vez y me encantaría jugar para Real Madrid, Barcelona… no sé, algún grande de Europa”.
Rattín no extrajo del bolillero las fichas previsibles. Pensó en Boca Juniors, solo en Boca Juniors. Razonó con el corazón y no con la cabeza. La ruleta reservaba un cubículo a la selección nacional. Ni cosquillas le generó. Y las hizo con la selección. Si en el Mundial de 1966 su bravura reposó sobre la alfombra de la Reina. Era la Reina de Inglaterra, acaso, “La Personalidad” del planeta. Rozó uno de los banderines del córner y manoseó el gallardete británico con desafío en sus ojos y a la espera del zarpazo por si alguien lo encaraba. Un león hambriento, un guapo de esos que, en la actualidad, residen encapsulados en las películas. 
Ingresa en acción el Antonio III, el pibe, heredero del modo de vida que es Boca Juniors, sumador de una idiosincrasia opuesta a todas.
Le di el puntapié al cuento describiendo que iba de un lado para el otro, impaciente…
Él, inquieto, sumergido en su fábula. Su madre y yo, tozudos y perseverantes, no poseíamos el imán de su abuelo. Cuando mi padre lo citaba, el tipo se le acercaba con la velocidad de esas panteras cazadoras, lugartenientes de una porción del continente africano.  
Transitó corriendo la cocina, con la pelota dominada, pegada al pie derecho. No eligió ser diestro, fue capricho de la naturaleza. Después de gambetear a la mesa y dos sillas, encaró rumbo al patio y sobre la loza cálida, a metro y medio de la parrilla se clavó frente a su abuelo. Yacían ahí, dos de los tres “Antonios”.
El mayor sentado a la mesa, con el mate sobre esta y unos centímetros más allá el termo. El menor de pie a una distancia suficiente para evitar perder cualquier frase incipiente de los labios del sabio. Para los nietos sus abuelos son eruditos en todo.
- Ey, señor. Usted va y se pone la camiseta de Boca para ir a jugar a la pelota.
- Abueloooo. -Protestó el pibe-
- ¿Se va a quejar por usar la camiseta de Boca?
- Nunca abuelo. Pero tengo puesta la de Lionel.
Era la 10 del Barcelona, la de Leo. Probablemente la bostera posaba dentro del lavarropas pero no tiene solo una camiseta de Boca, es patrón de unas cuantas. No serán once, anda cerca. Intuyo que unas seis o siete. Mi intento de no interceder resultó estéril. Estaban mi padre y mi hijo, en el medio yo y el denominador común, Boca.
- Si no hay una de Boca limpia entonces andá y ponete la 10 de Argentina. –Lo desafié-
- Esa no dice Messi, papá.
En silencio arribó un período crucial para el triunvirato. Lo miré a mi viejo y como si hubiéramos planeado algo tácito, sin premeditarlo, me devolvió el vistazo, parpadeó lentamente al tiempo que inclinaba su cabeza en limpio gesto de asentimiento.
Mudos, acorralamos a Antonio, lo doblamos en la marca evitando que se filtre. Mi padre, respetuoso y ubicado, dejó en mis manos la exposición.
- La 10 de la selección es la de Diego Armando Maradona.
- Ah, sí... Maradona. –Respondió displicente-
- ¿Cómo? ¿Ah, sí, Maradona?
Con la elegancia de un catedrático, el Antonio añejo se dirigió a su nieto.
- Siéntese acá que antes de marcharse a jugar a la pelota, usted va a comprender que al decir Diego Maradona nunca tiene que pasar desapercibido.
El pibe quedó estupefacto. No lo habían retado aunque sonó a eso. Ciertos tonos, expresiones, definían todo.
El chico se sentó sobre un banco de cemento, contiguo a un taburete rústico del jardín. Casi con vergüenza bajó su mirada, como inspeccionando si las medias que calzaba le combinarían con una camiseta albiceleste de la que no escaparía. Mi padre me guiñó el ojo, abrió el semáforo y entonces aparecía en escena una explicación fundamental para las partes. Mi papá no tatuó en mí la cronología porque la deambulamos unidos, a la par. Estaba obligado a no desaprovechar los detalles. Un día seré abuelo, me veré tomando mate, sentado en la silla adyacente a la parrilla y enfocado en las macetas, mis radares oirán un objetivo diferente. No me permitía un traspié, un titubeo. Me apremiaba a ser perfecto. 
- Diego Maradona, hijo, a tu edad, sabía cuales eran sus sueños. Comprendía que apuntaba a un sueño de selección y a ganar el Mundial.
Antonito giró la cabeza con la velocidad de un rayo para contemplar a su abuelo. El viejo, mateando un amargo tras otro, no lo miró directo. Sí por periférica. Apartó la bombilla de la boca y obligó a su nieto a no distraerse. Lo que decía mi padre era religión para mi hijo. Entonces continué con los Cebollitas y el suceso del hornero. Desde la pubertad, Maradona evidenció ser distinto. En un partido, harto de la humillación que enfundaba al arquero contrario, en las aproximaciones al área de enfrente elevaba los remates por sobre el travesaño. El marcador fijaba un siete u ocho a cero, a uno, del lado de los de Pelusa y Diego quemaba tiempo apuntándole a un nido de hornero fabricado sobre un árbol plantado a espaldas de una de las porterías.
Antonio largó la pelota que abrazaba y siguió el relato  atentamente.
- El 20 de octubre de 1976, diez días antes de su cumpleaños 16, debutó en primera división. Usó una casaca con el número 16, porque era suplente y en esa época los números del 1 al 11 eran de los titulares y del 12 al 16 para los suplentes. Entró en el segundo tiempo del partido que Argentinos Juniors perdió, creo que 1 a 0, contra Talleres de Córdoba. La primera pelota que agarró Maradona, tiró un caño. Y le salió.
             Con el viejo como testigo, mateando incesantemente, Antonito se acomodó en la silla. Atrapado por decisión propia, exigió más. Y yo seguí, me embalé entusiasmado porque acaparé sus sentidos.
- Llegó la época de ir a un club más grande entonces aparecían River Plate y Barcelona de España. Diego firmó para Boca. Y la 12… (con mueca de felicidad me forzó a respirar profundo) … la 12 cantaba: “Lo quería Barcelona, lo quería River Plei, Maradona es de Boca, porque gallina no es”. Maradona vino a Boca. A Boca. En River empataban la cantidad de plata del salario de Fillol, un arquerazo.
- Era de River ese papá… -Algo de razón volaba en el ambiente. No se hablaba bien de los de River en casa y me permití un oasis-
- ¿Y? Era un arquerazo. Contra Diego no pudo nunca. Pero era un arquerazo el Pato. Si lo habré puteado. En el primer partido donde Diego con la camiseta de Boca enfrentó a River, estábamos en la tribuna con tu abuelo, en la que de abajo, la que daba a Casa Amarilla. Diego mató con la zurda el centro de Cacho Córdoba, se quitó a Fillol de encima… en una baldosa se lo sacó a Fillol. Cuando Tarantini le cerraba el arco, la puso ahí, muerta, al lado del palo zurdo. Lo fue a gritar a los palcos y aquella noche lluviosa la Bombonera explotó.
Antonio no dijo nada. Separó suavemente sus labios y estirando el mentón hacia delante. Reclamó más.
- Boca debió venderlo y nada impidió que Barcelona le tuviese preparada la 10.
- La de Leo Messi. –Se le iluminó el rostro al niño- 
- La de Maradona, Antonio, la de Maradona... El Camp Nou supo rebalsar de fútbol aunque la magia, la magia la impuso Diego. Maradona le metía fichas al ego catalán. No íbamos a culpar a los barcelonistas por creerse los mejores si Maradona pateaba para ellos. Me hablan de Gaudí… bah… la arquitectura, y lo vas a aprender más adelante, mucho más adelante. La arquitectura del fútbol fue de Diego. Lo quebraron y todo. Los vascos, un desgraciado de apellido Goikoetxea lo sacó de las canchas. Diego volvió. ¿Cómo no iba a retomar su estela el mejor?
Con la excusa de la necesidad de hidratarme por el castigo de la tarde veraniega, pausa y mi viejo me hizo el aguante. Utilicé los segundos del reloj para estudiar de qué manera explicaría el venidero escalón. ¿Para qué entrar en el tema de la droga si le platicaba a un jovencito? Reflexioné y me dije que quien esté libre de pecado que lance la primera piedra. Por otro lado, ¿qué carajos se logra enlazando a un ser con la droga? Impregné, sin quererlo, recuerdos oscuros como la prohibición de ingreso a Estados Unidos, un país que le cerró las puertas a Maradona con tesis irrisorias.
Pisé el patio y descendimos en Nápoles.
- El 5 de julio de 1984 el San Paolo, el estadio del Napoli, estaba repleto. Los tifosi enloquecieron con Diego y lo elevaron al santuario de San Genaro, patrono de la ciudad. Maradona les regaló el scudetto, la UEFA… les hizo saber lo que es sonreír. Les hizo vencer la guerra contra los del norte que, con aire repugnante, definían al sur de Italia como otro país. Napoli y su Napoleón Maradona, chantaron un arco del triunfo meridional.
- ¿Sonreír? ¿Nada más que sonreír? –Preguntó mi padre-
- ¡Hizo despertar a los muertos! –Sentenció-
Ni me inmuté en escarbar sobre la locución de mi viejo ya que no logré comprender si se refirió a la inscripción que apareció pintada dentro del cementerio napolitano luego del primer título del club o si la exclamación perseguía a los compañeros de Maradona. Efectivamente, en Napoli, Maradona hizo despertar a los difuntos y enalteció la vacilante técnica de sus compañeros. 
Mientra tanto, el chiquillo balanceaba sus piernas que no alcanzaban el piso luego de haberse acomodado en el taburete. Su tronco, recto, y sus manos juntas entre sus piernas.
- ¿Y eso fue todo? –Interrogó-
- Claro que no. Volvió a España en 1992 y un año después del Sevilla, a Argentina. Cuando nos ilusionamos con el retorno a Boca se marchó a Newell´s donde jugó solo cinco partidos y, finalmente, llegó a Boca. El primer partido fue contra Colón, en La Bombonera. Que te cuento que a las 11 de la mañana no había más lugar. El partido empezaba a las 5 de la tarde. Salió Diego al campo… la cancha se vino abajo, sobre todo con el Maradooooo, Maradooooo… El partido fue cerrado. Colón quería arruinarnos. Ingenuos. Nosotros teníamos a Diego, al incomparable, al mejor de todos los tiempos. Entonces, la pelota en profundidad a MacAllister, centro al medio y Darío Scotto, de cabeza, puso el 1 a 0. Diego lo gritó como si ese gol hubiera sido de su factura.
Una gota del lagrimal intentó fugarse. Permaneció presa, retenida. Estaba flaqueando y no me estorbó porque era la personificación de la alegría.
Al tiempo que le expliqué que Maradona fue campeón juvenil con Argentina, que lo mataron a patadas en España 1982, que se encargó de putear a los que insultaron el himno de nuestro país en Italia, de que la FIFA hipotecó el júbilo de Maradona al borrarlo de Estados Unidos mediante una ¿enfermera?, rubia insípida de sonrisa irónica, alcahueta de los desgraciados, estiré hasta el final lo que incumbía a México 1986.
- Maradona tocó el cielo con las manos. La pelota también. En el partido contra Inglaterra, por cuartos de final, le ganó en el salto a Peter Shilton, al arquero inglés. Todos creyeron ver la mano, nadie se atrevió a aseverarla. Únicamente los ingleses que rodearon al árbitro mientras este convalidaba el gol. El 10 elevó su puño y andaba a la caza de su lugar en la cancha mientras miraba a la tribuna donde celebraba un minúsculo grupo de argentinos. Más tarde llegó la obra maestra, su ópera prima.
Inconciente. Así delineé mi verborragia porque estaba dirigiéndome a una criatura y ¿cómo ansiar que supiese lo que una ópera prima era?
- Pisó la pelota y empezó a pensar en el arco de Shilton. Salió entre dos y por el medio se asomaba Burruchaga, más allá (gesticulé con mi mano izquierda como cuando uno lanza todos sus dedos juntos en una especie de signo de desprecio) a Valdano… Diego empezó a pasar a uno, a dos, a tres, entró al área.
El más pequeño Antonio se puso de pie, intuía el final.
- Lo desparramó al arquero y, cayéndose, la tocó suave. Dijeron que era un barrilete cósmico, se preguntaron de qué planeta había llegado. Fue el gol más espectacular que jamás hayamos atestiguado.
El chiquito lo gritó y aquella lágrima inmóvil cedió. Acariciaba su mejilla derecha. Fue entonces cuando supe que no existía vuelta atrás. Porque cuando te enamorás ya no hay camino de retorno. Es imposible. Los colores de tu equipo son para toda la vida. Abogar en defensa de un futbolista, también es para siempre.
Opté por sortear a Bélgica y el susto que nos pegó Alemania cuando empató y la copa se escurría como arena entre los dedos.
Salió disparado hacia el interior de la casa. La pelota perduró estática en el patio. Mi viejo no me dijo una palabra y yo no podía desanudar mi garganta. Lo miré a mi padre deseoso de que con un golpe de vista se uniera, que sea cómplice, mi compinche al menos una última vez.
Seguía mateando entre espacios más prolongados. Aspiraba a escudriñar su vista. Al percatarme de que sus lentes se empañaron amagué un pensamiento pero no me deshice en palabras. Quedé taciturno.
Mi esposa se asomó y desde la puerta me recriminó por haber hecho llorar a mi hijo.
Logré que entendiera que el llanto era de algarabía, de regocijo.
Antonito reapareció. Reapareció luciendo la camiseta de la selección argentina con el 10 en el dorso. Ávido de que lo viéramos, desfiló delante de nosotros con sosiego. Se puso de espaldas con el pretexto de levantar la pelota y realmente buscaba que reparáramos en el dígito de su camiseta.
Se despidió con un hasta luego, enfiló hacia su partido y entonces junto a mi padre, al unísono, libramos una carcajada feroz. Se le escapó, a mi hijo, al nieto de mi padre, una pestaña de tela debajo de la camiseta de Argentina. La ración de tela era color azulgrana. Entre su piel y la casaca albiceleste vestía, todavía, la número 10 de Messi, como dejando entrever que aquel niño sabía mejor que nadie a quién le corresponde, como a ninguno, el legado de Diego Maradona.

Sunday, April 10, 2011

Valencia, goleada, emoción y tristeza

Una vergüenza. ¿Qué a Villarreal le hayan hecho cinco? No. ¿Qué recién a esta altura el Valencia haya jugado su mejor encuentro? Tampoco. Vergonzoso es que hayan pasado tres días y recién ahora escribo en el blog.
Lo que sucede es que uno puede tener ganas pero el tiempo posee otros planes. Entonces llega el momento en el que hay que sentarse a escribir, a contactarme con ustedes y la vida requiere de otras funciones.
Tuve algo de tiempo el viernes por la noche cuando moría el día. Los planes de escribir fueron abandonados por una ida al cine, a ver una película que me dejó la sensación de felicidad porque hacía rato que no me retiraba de una sala con el dulce sabor de haber presenciado un filme de esos que, al menos a mí, me sorprenden. La película en cuestión es The Lincoln Lawyer, con Matthew McConaughey, de quien debo decir que dejó de ser el típico actorcito carilindo para despegar vuelo demostrando que tiene condiciones para más. Para mucho más. La recomiendo, sinceramente. A quien siga la pequeña opinión y luego crea, entienda, que la película no le resultó de su agrado, tiene vía libre para el reclamo verbal. Acá se aceptan críticas. De hecho este espacio fue creado para la opinión, para la deliberación, para el intercambio de ideas.
Hablando de ideas, y volviendo al verdadero motivo de este blog, fueron las luces las que se le escondieron al Villarreal en el partido contra Valencia. Un Valencia que comenzó la tarde noche del Mestalla con un emotivo adiós al padre de Vicente Guaita, quien falleció el fin de semana pasado debido a un fulminante paro cardíaco, que no le dio la oportunidad, siquiera, de defenderse. A los 46 años se le apagó la vida a un hombre que tenía un mundo por vivir. Vicente estaba sentado en el banco, sector que dejó de ser habitual para él porque supo ganarse por actuaciones personales el lugar de titular de los Che. Su semblante fue elocuente. No estaba en condiciones de jugar. A veces los reconocimientos con buenas intenciones actúan en contra y vimos eso. La ceremonia previa, con suelta de palomas, lo partió más que el destino.
Algunas muecas que no llegaron a ser sonrisas pudieron verse en sus labios porque Roberto Soldado lo abrazó tras la apertura del marcador; porque Juan Manuel Mata también lo celebró con él; porque percibió, si hasta ahora nunca lo había notado, que en la columna del haber guarda el cariño del público del Valencia. No hablamos de cualquier institución sino de una de las más importantes de España y del mundo. Así fuese la más chica de todas las entidades, sentir el cariño de la gente no puede explicarse. Hay que vivirlo. El mundo es generoso con algunos de nosotros. A mí me pasa. Aparecen personas que me agradecen por mi trabajo, que se entretienen con lo que hago, con lo que doy y, verdaderamente, espero que nadie me pregunte que es lo que siento porque no sabría para donde arrancar si me detengo en la encrucijada de responder. No se que es lo que hago hablando de mí cuando quería referirme al muchacho del Valencia que, reitero, tuvo el mejor partido de la temporada 2010-2011. Un Soldado implacable, incapaz de fallar y letal cuando encara hacia el arco rival. En el primero suyo, la apertura ante Villarreal, picó al vacío usufructuando el tardío paso delante de un Mateo Musacchio no aclimatado a la zona del primer central. Me detengo para esbozar que Juan Carlos Garrido me desorientó al ubicar a Kiko Olivas como segundo zaguero, detrás de una ¿innovación? El quinto del Valencia, también fue de Soldado quien certificó su capacidad de exquisito. Cara a cara, otra vez, con Diego López y una vaselina que descansó en el fondo del marco rival.
La exposición del fútbol de los Murciélagos se vio en el segundo gol. Arrancaron desde su campo; la pelota pasó por Luis Miguel Brito, Ever Banega, Pablo Hernández, pared de Mata con Ever y definición del 10 para gritarlo alto… para clavar la estaca en el corazón del Villarreal.
Los cinco tantos fueron simétricos. Soldado, Mata, Banega, Mata, Soldado. “Manita” valenciana, goleada, emoción y tristeza. Y desconsuelo por partida doble. En primer turno por Guaita a quien, desde mi humilde blog le mando el abrazo más grande que un tipo normal le puede dar a quien tiene todo para ser una estrella del fútbol mundial. En segundo escalón para Villarreal que volvió a ceder ante un rival directo pese a que uno entiende que la mente está puesta en la Europa League, donde ve muy cerca las semifinales pese a que le resta el partido de vuelta de los cuartos de final. 

Thursday, April 7, 2011

¿Con el periódico del otro día?

(*) Se puede creer que uno escribe a partir de los resultados que se vieron en la ida de los cuartos de final de la Champions League aunque el aliciente personal pasa por saber que el pronóstico de los partidos del Real Madrid y del Barcelona eran los que estaban en mi cabeza desde que se conocieron los cruces para esta instancia.
Sorprendido por lo de Schalke, como el mayor porcentaje del mundo. Que el conjunto alemán pueda imponerse ante un Internazionale irregular como este de hoy, no era descabellado. Lo que alarmó fue el resultado. Tendrá, Inter, que ganar 4 a 0 (como mínimo) para acceder a la siguiente fase; buscar el 5-2 en Gelsenkirchen para forzar los penales.
En Inglaterra la lógica dijo presente. Chelsea y Manchester United se trabaron, la diferencia fue la mínima y aunque los Diablos Rojos se retiraron de Stamford Bridge con la victoria no es una locura creer que los Blues podrían hacer lo mismo en Old Trafford.
Volviendo a los principal, a lo que quería desarrollar, este Real Madrid tocado, el de la incertidumbre, que cayó contra Sporting Gijón en el ámbito local, es más equipo que el Tottenham. Mucho más equipo que los Spurs. La diferencia de cuatro goles es la que hay entre los dirigidos por José Mourinho y los de Harry Redknapp. ¿Si era más difícil el Tottenham que el Shakhtar? Probablemente. Impactó que los ucranianos fueran tan contundentes frente a la Roma pero, ¿ustedes siguieron los últimos actos del conjunto de la capital italiana?
Hablando con un amigo, compañero y colega como Andrés Cordero, me explicaba que Barcelona podría haberse retirado al descanso en déficit. Es cierto, tan cierto como el fútbol no puede medirse de esa manera. Y justamente esto le expliqué a “Andrew”; porque si vamos a tomar un parámetro tal, estamos obligados a esbozar que en el segundo tiempo Barcelona debió hacerle once goles a su rival.
Es mucho equipo Barcelona para el Shakhtar, una superioridad absoluta que se corroboró en el marcador final. El 5 a 1 estuvo bien, perfecto, era lo que cabía.
Barcelona y Real Madrid están con un pie y medio en semifinales. Que se vayan preparando los hinchas porque se dará el “empalago” (casi con seguridad). Cuatro partidos, cuatro clásicos, cuatro veces en poco tiempo. A sacar cuentas y a esperar con ansiedad lo que sucederá en las próximas semanas de este 2011 porque quedará grabado a fuego de por vida.
No pidan pronósticos. No soy amigo de pensar en resultados de partidos. No me parece justo. Demasiados NO sobre algo que todos queremos presenciar.

(*) Sin editar

Tuesday, April 5, 2011

Con un pie en semifinales

(sin editar)

Siento tener derecho a opinar sobre la victoria del Real Madrid porque vi el partido. No así sobre el enfrentamiento entre Internazionale y Schalke. Voy con los segundos porque en realidad lo que expresaré es que con la goleada por 5 a 2 en el Giuseppe Meazza, solo un milagro salvará al neroazzurro en el capítulo de retener la corona. Parece imposible, pero lo de siempre, es fútbol y lo impredecible es capaz de decir presente. Gelsenkirchen no es una ciudad fácil para los que la visitan y Schalke está desplegando su mejor fútbol a partir de la llegada de Ralf Rangnick.
Raúl aumenta su leyenda con el aporte de uno y evidencia la maestría de la que es propietario y lo cómodo que se le ve bailando en Champions League.
En el Santiago Bernabeu hubo solo un equipo y ese fue el dueño de casa. Salió a perseguir al Tottenham como un león enfurecido, hambriento. Lo atacó, se le abalanzó y lo quebró en el minuto cuatro gracias a Emmanuel Adebayor que tiene "alquilado" a los Spurs (jugaba su décimo partido ante este particular rival y le había convertido ocho goles). Con el marcador en contra los ingleses cayeron a un pozo aún más hondo porque Peter Crouch recibió una amonestación por una entrada a destiempo contra Sergio Ramos y, casi seguidamente, otra por llegar tarde ante Marcelo. El árbitro, el alemán Felix Brych, no titubeó y lo envió rápidamente a las duchas. Uno esperaba a un Real Madrid más inteligente pero los blancos recurrían en las mismas equivocaciones de siempre. Di María tomando la pelota y cerrándose sobre el medio cuando no tenía oportunidad de remate franco y cómodo; Cristiano volvía a actuar después de algunas semanas y no buscó la asociación que necesitaba tener Mesut Özil de quien quiero hacer un párrafo aparte. No hace mucho leí, escuché, que se lo comparó a este jovencito alemán con Zinedine Zidane. Por favor, ¿cuál es el rédito que se obtiene al ridiculizar a Özil? Quienes lo ubicaron como el sucesor de Zizou, lo único que lograron es exponer una payasada, una mentira, una ridiculez. Ojo que soy de los que piensan que el ex Werder Bremen es un estupendo futbolista, que merece ser titular en el Madrid.
Luego de la roja a Crouch el ritmo futbolístico mermó. Sucedió que Real Madrid no hallaba su idea y era un desorden yendo al frente. 
El complemento mostró a un Madrid distinto, organizado, seguro, inquieto, tajante; con un Cristiano despierto que puso en marcha un corner a la ubicación de Marcelo, centro medido y Adebayor, otra vez de cabeza, otra vez contra Tottenham, aumentaba.
Esperó una embestida de los dirigidos por Harry Redknapp. No la hubo. Todos atrás, esa era la táctica. Gareth Bale perdido arriba, tirado sobre la izquierda y rezando para que algún pelotazo caiga cerca de su puerto y arrancar en velocidad para descubrir las falencias de los centrales Pepe y Carvalho. Bale todavía aguarda por el balón, cuando el plantel del club londinense ya está de regreso a casa. No tuvo un patrón de juego, no mostró una estrategia mínima, no supo Redknapp como solventar la ausencia de Crouch y entonces aparece el análisis sobre lo flojo del DT. Se supone que algo hay que cambiar sobre todo si a quien te expulsan es al único futbolista que hay en punta. Es más simple de reordenar una escuadra que ve irse a un punta que aquella que cede a un defensor o un medio de marca.
Retrocedió más y más el Tottenham y le abrieron caminos al Madrid que con un zurdazo magnífico de Di María, que dejó estupefacto a Gomes, anotó el 3-0.
Más que cómodo el marcador para poder pensar en la vuelta. Más que cómodo el marcador para que José Mourinho estuviera satisfecho.  Más aún cuando un cambio de izquierda a derecha de Kaká, encontró una volea de Cristiano, seguida de una floja devolución de Gomes y un 4 a 0 que, así como avisamos que Schalke está en una nube de optimismo, el Real Madrid también. Lo más factible es que pueda pensar, libremente, en la semifinal de la Champions aunque con Mourinho al frente la cautela dirá presente. 

Monday, April 4, 2011

Un poco de “muñeca” no vendría mal

La idiosincrasia con la que convivimos es diferente a partir de nuestras nacionalidades. Por eso es que voy a limitarme a hablar solo de Argentina que, en definitiva, acarreo sus costumbres desde que nací.
Si seremos buscadores permanentes del desconcierto… En Argentina todo debe ser tajante, pocas cosas se piensan. Digo pocas para no decir ninguna porque es cierto que hay personas que se permiten los grises y no ven la vida en blanco o negro, en sí o no; se dan espacio para un “tal vez”. A esta altura y luego de ciertas líneas imagino que pensarán, muchos de ustedes, a donde apunto.
Apartándome de ámbitos de la sociedad que son superiores en importancia respecto del deporte, me compenetro en el fútbol. El deporte es mi materia y el fútbol uno de los componentes de este blog.
Viendo lo que sucedió en La Bombonera entre Boca Juniors y Estudiantes de La Plata me di un tiempo para la reflexión. El árbitro Sergio Pezzotta, con el reglamento más aferrado a su mano que nunca antes, no permitió que Eduardo Berizzo ocupase su lugar en el banco junto a los suplentes del Pincha porque el entretiempo debe ser de quince minutos y como el Toto estaba caminando rumbo a su posición cuando el cronómetro revelaba que eran veinte los segundos que habían dejado atrás al minuto quince, el silbante lo expulsó. Debo aclarar (probablemente no todos estén al tanto) lo que sucede en el fútbol argentino. Desde el Apertura 2010 se está haciendo respetar el segmento del entretiempo según lo que indica el reglamento del fútbol y no según los parámetros que a cada uno se le ocurre aplicar. Los descansos no eran iguales. Variaban entre los quince y los veinticinco minutos. Una barbaridad. Quienes desconocen el funcionamiento se trepan a una frase hecha: “es por la televisión”. Error. Las empresas que emiten fútbol adaptan sus pausas publicitarias y bloques en la transmisión en base a una grilla preestablecida. En Argentina no es distinto. Habrán notado que los periodistas ingresaban en el  capítulo del guitarreo. Deambulaban por una tienda de temas y no necesariamente correspondían a la vida de los cuadros involucrados en el partido de turno.
Estoy a favor de la organización y del respeto; esto último por sobre toda las cosas. No cumplir con lo pactado es ser irrespetuoso con el público y el público son los hinchas. Es decir, se hace lo que se quiere con los propios, con los del mismo bando, con los que están de su lado.
Pezzotta no dejó escapar la “tardanza” de Berizzo y le mostró el camino de salida que fue el mismo de la entrada al campo. ¡Por 20 segundos! O sea, veinte segundos sería lo mismo que tres minutos, o cinco, o que solo un segundo. ¡Qué falta de habilidad! ¡Qué poca “muñeca”!
Así como el reglamento es poseedor de una letra y un espíritu, el cual da espacio a la interpretación, hay que exprimirlo de la manera correcta. Según las reglas, una mano dentro del área de parte de algún futbolista del equipo defensor, a excepción del arquero, sería penal. Ahora, no todas las manos dentro del área son sancionables con la pena máxima. ¿Por qué? Porque el referí tiene la “libertad” de descifrar la intención del involucrado.
Estoy inquieto y sumo interrogantes, ¿la entrada de Pochi Chávez que era para roja directa no la vio Pezzotta? ¿El codazo de Somoza contra Verón también se le escapó? ¿El gol anulado a Boca (mal) por supuesto off-side no recae sobre su accionar? ¿El periódico número de “abrazos” –sistemáticos- en sendas áreas no son sancionables? ¿La pésima aplicación de la ley de la ventaja quedó para otro juego?
¿Era más importante estar atento a los veinte segundos de retraso de Berizzo que lo consultado anteriormente?
Tras el partido, en un acto religioso de los finales de cada enfrentamiento, se llevó a cabo el intercambio de camisetas. Martín Palermo trocó la suya con la Brujita Verón y Juan Sebastián. Conclusión: fueron amonestados. Es sancionable con amonestación el quitarse una camiseta para regalársela al rival y también las faltas temerarias, las que se efectúan con la noción de que puede generarle riesgo al físico del contrario.
En Argentina es así. Transcurrieron tres fines de semana desde que otro hincha dejó su vida en las proximidades a un estadio. La resolución fue suspender la cancha de Vélez Sarsfield, como si aquel castigo devolviese la vida de quien ya no está con la gente que aún hoy lo sigue amando y extrañando. Hubo un movimiento desafortunado. Me agradaría interpretar que NO fue premeditado y tengo problemas para lograrlo. Qué casualidad que justo el fin de semana en el que la violencia se cobró una nueva víctima la AFA, por medio del comité disciplinario, resuelve dejar sin efecto una segunda tarjeta de amonestación vista por Martín Galmarini (mediocampista de Tigre) durante la visita del “Matador” al Bosque platense. Un acto sin precedentes que supo adueñarse de la atención general y relegaría a un segundo plano otra cuestión que era infinitamente más que la de una amarilla devenida en expulsión.
Analizando fríamente no le veo frutos positivos el echar a un técnico porque los suyos volvieron tarde. ¿Qué pasa cuándo la pelota tiene que comenzar a rodar a las 6 de la tarde y el puntapié se aplica a las 6:06? Nada.
Todo pasa por la educación. Si se instruye a los jóvenes a caminar paralelamente con las buenas costumbres, no habría que pensar ni mínimamente en situaciones como estas. Ocurre que en Argentina cada vez hay menos espacio para la educación y mayor margen al facilismo. Es de “vivo” (inteligente) el recabar un provecho a cualquier costo, olvidándonos del resto; siendo demagogos.
Aprendamos a dominar la flexibilidad. Es viable ser estricto y tolerante al mismo tiempo. Es la mejor de las fórmulas. También la más complicada, aunque no para los árbitros del fútbol. No dudo de su honor. Los yerros son parte del fútbol. Lo inadmisible es que quedan ellos en “fuera de lugar” cuando se lavan las manos ante acciones irrefutables.
El fin de semana chocamos con una nueva exposición de la desprolijidad. Lamentablemente no será la última.

Saturday, April 2, 2011

Feliz Cumpleaños Boca Juniors querido

(sin editar)

3 de abril de 1905. Aquel día nació la historia. Quienes se reunieron en el banco de una plaza en el barrio de La Boca no tenían idea lo que comenzaban a construir. Un grupo que se transformó en club. Un club que se mutó a una pasión. Una pasión que ya es un estilo de vida. El Club Atlético Boca Juniors no se describe, solo se siente. Y lo podemos sentir únicamente aquellos que respiramos su esencia, quienes tenemos sangre azul y oro en las venas por más que cuando la veamos salir parezca, a los ojos de todos, de un color diferente.
Cuando comencé a entenderte comprendí lo que era el amor, lo que significaba el querer sin esperar nada a cambio. Porque yo te gocé y jamás te sufrí. Porque en todo momento supiste emocionarme, para bien y para mal. Porque cuando me calcé tu camiseta fue la mejor pilcha que pude haber vestido. Porque me tendrás a tu lado durante mi paso por la tierra y cuando ya no esté en ella. Si es cierto lo que dice uno de nuestros temas: “… ni la muerte nos va a separar, desde el cielo te voy a alentar”. Nosotros nos iremos al cielo, el infierno le pertenece a otro. ¿Con qué sentido buscaremos invadir si ya son ellos quienes nos persiguen?
Recuerdo cuando sucedía lo inevitable, el ir a verte sabiendo que las probabilidades de caer eran superiores a las de una sonrisa de oreja a oreja. E iba igual.
Le resté importancia haberme perdido de trabajos por estar a tu lado. Ni que hablar de alguna mujer, de esas que podían o no ser ocasionales y que creían que te abandonaría por estar con ellas. Dije y lo repito, como confesándome ante vos, que Boca no se explica, Boca se vive, se transpira. Boca se lleva en el alma y a Boca cada día se lo quiere más.
Si me banqué la década nefasta después de que Diego Maradona hizo las valijas y se llevó a su gente a Barcelona… ¿nos importó? No. Vos sos Boca y estás por encima de los nombres y de los hombres.
Si yo esperaba ansioso el domingo para estar con vos y qué carajos si cuando terminaba el partido amagaba con romper el carnet. Las puteadas se vistieron de anécdotas y los males dieron sus frutos.
Yo deambulé entre Saturno y Guillermo, entre Rudman y Manteca Martínez, entre Apud y el Beto Márcico, entre Sandro Guzmán y Navarro Montoya. También transité las fábulas con forma de jugadores de fútbol que tenían apellidos: Pescia, Rattin, Rojas, Madurga, Marzolini, Roma… tantos gladiadores que trababan con la cabeza e iban a matar o morir por vos, Xeneize.
Si cuando tuve cinco años, casi seis, te vi por primera vez. Te fui a visitar a la casa de otro, de la mano de mi viejo y en sus brazos también. En Villa Crespo, en la cancha de Atlanta, le ganamos a Platense. Si el Loco Gatti buscó una pelota en el calentamiento previo que cayó detrás del arco y cuando estiré mi manito entre el alambrado olímpico él me la bendijo rozándome con sus guantes. Si Roberto Mouzo me generó el primer grito verdadero, real, fehaciente. De ahí ya perdí la cuenta cuantos celebré hasta hoy. Porque hoy, aunque calce la ropa del periodista, yo te sigo amando. Porque hoy mi situación no me hace perder objetividad. Que me duele en el corazón cuando debo criticarte, de eso estate seguro. También de que lo realizo desbordando afecto, cariño, sentimientos… amor.
Algún día no estaré y vos seguirás en pie. Es lo único que me hace feliz. Nací cuando vos tenías 67, ya todo un veterano. No mermás en tu acumulación de juventud, en ser lo mágico que sos y que lo que se presenta lógico acabe en inexplicable.
Todos los días son tú día, aunque el 3 de abril es especial.
Feliz cumpleaños al incomparable… porque es verdad que todos sos importantes, pero GRANDE hay solo uno y sos vos, ¡Boca Juniors querido!

2 de Abril cada vez se recuerda menos... ¡qué pena!

Cursaba mi cuarto grado de la escuela primaria. Tenía solo 9 años. No entendía absolutamente nada, al punto de festejar cuando mis compañeritos de clase, la maestra, la directora del colegio Santa Teresa del Niño Jesús en Martínez, nos contaban que "les habíamos hundido un barco" o "les habíamos bajado un avión" o "les matamos a 'x' cantidad de soldados". Era la ingenuidad de turno, hablo de la mía. Era la estupidez de las mayores, hablo de mi maestra y de la directora. Si con esa cara de mierda, ¿qué otra cosa podrían hacer? Se aprovechaban del momento, de que estaban frente a un puñado de ignorantes que no comprendíamos de qué se trataba una guerra. Imaginábamos algo, vaticinábamos un triunfo creyendo que lo fundamental era ganar y que era una dato menor hablar de las bajas.
Que inocencia, encender la televisión y no poder disfrutar de la merienda porque inconscientemente nos metían las noticias ligadas a la guerra.
Que la "Margaret Thatcher" se muriera era el anhelo de una nación. Y la confianza en nuestros soldaditos... que hijos de putas aquellos militares que mandaron al paredón a una potencial futura generación. Enviar al frente de combate a miles de niños que cargaban mejor el temor que un arma. Es que esos chicos no querían estar ahí, en las Falklands, porque había que hacerse la idea que desde que pisaron aquel punto geográfico del mundo, ya los Kelpers (como se los conoció a los soldados ingleses que defendieron sus vidas en el pleito) estaban con ventaja.
No ganó Inglaterra, ni perdió Argentina. Cedimos todos. No hay manera de regresarles a los familiares ni de ingleses ni de argentinos las vidas de quienes sepultaron su destino en aquel grupo de islas.
Hoy lo miro desde otro lado, muy lejos y apartado de la visión que tenía aquel ingenuo del año 1982 aunque no dejo de repetir algo que por entonces también expresaba: siento que las Malvinas fueron, son y serán argentinas.