… Y él no es culpable. Voy a comenzar diciendo que Javier Hernández, Chicharito para el mundo, es un delantero correcto, con habilidades que probablemente lo posicionen a partir de su propia perseverancia, en un muy buen atacante. Pero hasta ahí y punto. Ciertamente creo que Javier Hernández, quien ha tenido una excelente primera temporada en el Manchester United, es integrante de un grupo de cientos de delanteros de características similares.
Con la cantidad de mexicanos que viven en los Estados Unidos entiendo el movimiento estratégico que se realiza para vender un partido en el que se medían los dos clubes que más títulos se han quedado en los años inmediatamente pasados. Javier Hernández no es el ícono del Manchester, es mexicano. No es el más destacado de los del United. Es integrante del TRI. Chicharito es ídolo de la afición azteca y me parece excelente que eso así sea. Ese mismo hombrecito, que todavía debe desarrollarse como futbolista, es básicamente una cuota pequeña en un plantel con experiencia, con jugadores consagrados, con hombres que no le pusieron el pecho a la situación y no desplegaron la labor para abastecer al niño que, teóricamente y según los cánones marketineros del país en el que resido, tenía la obligación de llevar al cielo al ManU.
Escuché “barbaridades” como que Javier Mascherano iba a tener problemas porque chocaría contra la velocidad del Chicharito. Esos “buzones” le quieren vender a la gente, al aficionado mexicano que, en su gran mayoría, antepone la bandera de su país al sentimiento por un club. Acá tampoco haré un juicio de valor. Entiendo al fútbol como a un deporte y a la nacionalidad de un deportista como anecdótica. Más si ese futbolista está defendiendo la casaca de una institución equis.
El duelo, según lo vendieron, no era un partido entre Manchester United y Barcelona. El partido era un cara a cara entre Javier Hernández y Lionel Messi. Vuelvo a lo que dije arriba. Entiendo perfectamente como es el negocio. Si yo hubiera estado en la piel de productores, de “popes” de las cadenas televisivas y radiales que contaron con la fortuna de transmitir esa fiesta del fútbol universal, hubiera actuado de manera similar pero… y acá viene lo importante…, pero hasta el pitazo inicial. Lo insoportable e insostenible es que una vez que comenzó el pleito la fuerza exterior de la mayoría de los colegas, buscaba que la pelota llegara a JH o que, como por arte de magia, se lo nombrara de manera insistente y reiterada por más que el balón estuviera en las manos de Edwin Van der Saar, o en los pies de Rio Ferdinand o Nemenja Vidic; sintetizando, que el ManU estaba saliendo del fondo y, como por el accionar de una barita mágica, la pelota caería en la ubicación de Hernández. No fue serio. No lo será jamás.
Chicharito no quedó en deuda con su gente, con sus seguidores. En deuda quedaron los Giggs, Rooney, Evra y compañía. En deuda quedó Alex Ferguson que, una vez más, falló en el momento cuando debía responder. Yerró con no poder quebrar el circuito de fútbol del Barcelona, que le permitió al ManU una licencia de diez o quince minutos, hasta que hizo pie en Wembley, en el mismísimo corazón de Londres y dejó desnudo a un cuadro local. A un cuadro que tenía todo para cortar la hegemonía de un verdadero ballet, de quebrar o plantar dudas en el mismísimo corazón de la soberbia (bien entendida) de los catalanes.
Chicharito no estuvo a la altura y no era la pieza clave del conjunto inglés. Tanto hablaron de él que algo sentí debía volcar a mi blog.
Ojalá para el chico haya más finales por delante. Espero que pueda madurar en el debido tiempo, que crezca porque ahora solo es un atacante de área, que juega bien con y sin la pelota con el objetivo de mantenerse, que es lo complicado. Llegar, llegan muchos pero solo los diferentes quedan en la historia. Messi es diferente, Xavi, Iniesta, Alves, lo son. Ellos ya impregnaron a fuego sus nombres en lo que para muchos alrededor de los continentes es el mejor equipo que jamás se haya visto sobre un rectángulo.