Las redes sociales, como tales, han aportado una
enorme cantidad de datos positivos y de los otros. También comentarios en pos
de una situación y miles cargados de maldad. Aunque más que de maldad, debería
creer que de ignorancia o impotencia.
Me cansé de leer mensajes negativos contra la figura
de Jordi Roura, técnico del FC Barcelona que reemplaza a Tito Vilanova, quien
lucha a diario para superar uno de los peores males que padece el ser humano.
Debo aclarar –porque nobleza obliga- que no conozco a
Roura, que jamás hablé con él, ni siquiera lo he visto trabajar. El sentido
común, ¿qué me dice? Si Roura tiene un puesto en el Barça es porque “algo” debe
saber. Estoy convencido de que quienes dirigen el club son amplios sabedores de
fútbol y, ante la oferta gigantesca de maestros, por algo el de Llagostera está
ahí.
Hace años que el plantel del blaugrana consigue
resultados y lo más complejo a un nivel alto es mantenerse continuamente en la
cima. Probablemente se entienda en lo que es el ámbito casero porque el torneo
tiene dos equipos fuertes y el resto corre en un segundo pelotón. Habiéndole
tomado la mano tras largos pleitos sin poder lograrlo, Real Madrid le hizo
vivir la semana más nefasta al Barça desde que construyó este plantel que hace
celebrar de felicidad, vivir en un día a día de ensueño a sus fanáticos. Claro
que la mayoría de los reproches, de los propios seguidores culés, no apuntaron
ni a Messi, ni a Iniesta, ni a Xavi, ni a ningún otro. El receptor de la
crítica destructiva tuvo un blanco único, Jordi Roura.
Cuando cayó el pitazo final del partido Barcelona 4
vs. Milan 0 en la vuelta de los octavos de final de la Champions League, nadie
se tomó un minuto para agasajar a Roura (tomando en cuanta lo que leí en
Twitter, por ejemplo) que, desde lo psíquico protagonizó una labor excepcional.
En solo cuestión de horas logró que los azulgranas se reencontraran con su
propia memoria. Presionaron, se adueñaron de la pelota, usufructuaron a Messi y
explotaron la capacidad goleadora de David Villa y más.
Si me preguntan qué porcentaje recargo sobre el
orientador y sobre los futbolistas, no lograría expresarlo en números.
Igualmente, y eternamente, sostendré que los que ganan y pierden los partidos
son los futbolistas, los que pisan la cancha.
El movimiento “marketinero” de los clubes más
poderosos del mundo es sensacional y por eso logran, entre varios ejercicios,
que los que precisan aferrarse a algún color, a un uniforme, para de tanto en
tanto celebrar algo y concebirse ganadores, se alisten detrás de la camiseta
del Barcelona o del Real Madrid.
Pero muchas de esas personas desconoce lo profundo del
fútbol, no les importa generalmente ingresar en el análisis, buscan –más bien-
que los “colores adoptivos” ganen y punto y aparte. Si se imponen será por
Messi y cuando caigan será por Roura.
Xavi maneja, Iniesta ejerce, Messi define… el resto
acompaña al punto de construir un equipo que, por dos derrotas, no perdió la
memoria. Todo, a costas de Roura.
Cuidado, tampoco quitemos méritos a Cristiano Ronaldo.
Sí, leyeron bien. Así como el Barça sería otro sin Messi, el Merengue
resultaría completamente diferente sin CR7. No digo peor, sí distinto; aunque
mejor, sin estos, nunca.
Celebro que Roura pudo reencontrar el atajo a la
identidad de la que el Culé se aisló solo un par de días.
Ese mentón duro que luce es el mismo que le pone a la
crítica, que por más potente que sea, no logrará noquearlo.
¡Abrazo para todos!