Siempre hay que buscar una excusa. Ese
parece ser el camino en el ambiente del fútbol de Argentina. En realidad a
River le toca hoy. La obligación debe ser encontrar la exacta evasiva para
creer que el alma se alivia y aleja los malestares. Una lamentable costumbre de
la mayoría de las personas de estas
latitudes sin importar su profesión.
Durante la conferencia de prensa previa
al superclásico número 200 de la historia, y luego de la eliminación de los de
Núñez en la Copa Libertadores a manos de Lanús, Marcelo Gallardo echó culpas a
la tecnología y a que siete árbitros no supieron utilizar la nueva herramienta
del fútbol, cuando debió hacer foco en la cantidad de goles recibidos en un
pequeño segmento de minutos. Igualmente en un país donde los patos son los que
les disparan a las escopetas, era previsible que esto ocurriera.
Al igual que después del partido contra
el Granate, y cuando se sabía que el River 1 vs. Boca 2 del 5 de noviembre de
2017 ya se había colocado en la tabla de la estadística de resultados, el
entrenador del Millonario apareció ante los medios e insistió en que a River lo
perjudicaron. Chicaneó con que en esta oportunidad pifió un referí y como se
dio el espacio para reconocer que lo de Néstor Pitana fue un espanto para los
dos lados, decidió buscar el atajo a lo lamentable: sacar pecho por haber
quedado fuera de la Copa Libertadores porque River sí la jugó y “no como otros
que se conforman solo con el torneo local”.
Gallardo debió agradecer, en su
intimidad, a este Boca errático que no fue capaz de concretar la mayoría de las
oportunidades que tuvo porque, de haber sido así, hoy hablábamos de un
resultado catastrófico en contra del local. Quizá un resultado que ni el propio
Gallardo, del que se jacta la mayoría de la tribuna riverplatense es el mejor
entrenador de la historia de su club, podría haber resistido.
¡Ay Gallardo! Esas expresiones no son
dignas de la cabeza del plantel profesional del que es uno de los equipos más
grandes del mundo. A veces es tan simple como reconocer la derrota y pensar en
que mañana será otro día y habrá que comenzar en trabajar para revertir el
presente.
Me gustaría saber la verdadera opinión de
Gallardo sobre la expulsión de Edwin Cardona. Allí Pitana compensó la roja de
Nacho Fernández dando lugar a las quejas de Enzo Pérez una vez concluida la
primera etapa. Pitana cobró algo que no existió. Del offside que sancionaron
contra Nahitan Nández, no, ya que es una mala determinación arbitral como
tantas otras. Como, por ejemplo, la que terminó con el gol anulado a Ignacio
Scocco tras el pase de Carlos Auzqui. Detalles menores de un árbitro que
perjudicó, notoriamente, a Boca Juniors.
Para cerrar con los lamentos de Gallardo,
increpó al referí (insisto, ese referí que ayudó a River, tal vez sin quererlo
pero lo ayudó) diciéndole que no puede faltarle el respeto a un jugador
llamándolo de “pendejo”. Allí tiene razón Gallardo pero a niveles tan grandes
como la verdad de quienes sabemos y lo hemos visto insultar a un referí, con
los agravios más ofensivos que se pueden esbozar, por una equivocación y de
esas que hay miles cada año.
Llega fin de año, a Gallardo todavía le
queda la posibilidad de ganar la Copa Argentina en la que River es el claro
favorito y puede tomarse revancha de todo lo que está viviendo en estas horas.
Tendría, el “muñeco”, que pensar en lo que viene porque lo que pasó ya es
historia. Una historia que dice que Boca volvió a ganarle a él y a River en su
propia casa.