Luego del
partido que Radamel Falcao García Zárate tuvo, para lo que fue una nueva
conquista suya y del Atlético de Madrid a nivel europeo, es lógico que el total
de los reflectores apunten al samario. No debería ser diferente. Igual, desde
el análisis, me atrevo a apartarme, a examinar fríamente tras desparramar todas
las cartas sobre la mesa y llego a la
conclusión de que Diego Simeone tiene un porcentaje altísimo de esta proeza.
Hablo del
Cholo y hablo de porcentajes porque no soy de los que otorga, habitualmente, el
reconocimiento al trabajo del director técnico. Me inclino más para el costado
de los que defienden la teoría de que los futbolistas resuelven en el
rectángulo al margen del orden que un preparador pueda brindarles.
De hecho
Simeone no hizo hincapié en la táctica, sí apuntó a la mente de los jugadores. El
partido lo tenía que ganar, primero, en la cabeza de sus pupilos y una vez
convencidos estos, apuntar a estudiar al rival. Allí hay que valorar el
desempeño de Simeone. Fue claro en el mensaje, lo entendieron quienes debían
hacerlo y lo ejecutaron a la perfección.
Es evidente
que este “Doctor Jeckyll y Mr. Hyde” que es el Atleti expuso su cara servible.
La irregularidad quedó en Barajas, ni una ínfima estela persiguió al grupo
hasta Buscarest. Necesitaba, el Cochonero, personalidad y eso manifestó porque
Simeone pregonó aquello en la ruta hacia el pitazo inicial y durante los
noventa minutos del choque contra el Athletic Club.
Alguna vez
Simeone patentó la frase “jugar con el cuchillo entre los dientes”. Quien no
reconozca que el Atlético de Madrid saltó al césped con la idea impregnada en
la piel cometerá una equivocación.
Simeone se
vio invadido por la satisfacción se lo notó, justamente, muy búcur, que en rumano significa alegre,
contento y del término búcur derivó
el bautismo de Bucarest, ciudad que le abrió las puertas a la final del torneo
continental donde el Atleti mutó a FANTAstlético de Madrid.
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