Thursday, July 14, 2011

Espejismos

De pronto todo está bien. Las críticas, la furia, las sensaciones negativas quedaron enterradas en un pasado reciente. La “argentinidad” al descubierto. La argentinidad en estado puro. Resulta que el equipo albiceleste fue un desastre contra Bolivia y Colombia y pasó a ser magnífico por derrotar a Costa Rica. Así lo vive el enceguecido fanático. El profesional, el ojo del periodista lo ve desde otra óptica. El triunfo, les recuerdo, fue ante una Costa Rica formada por futbolistas que en su mayoría no conformaron el plantel más importante que hoy podría armar el seleccionador Ricardo Lavolpe.
Los Ticos llegaron a Copa América con un grupo emparchado. Los costarricenses demostraron hidalguía, valor, irguieron sus pechos sabiéndose inferiores (en la previa) a un plantel anfitrión con Lionel Messi a la cabeza. Les dieron trabajo a Colombia que, a su vez, fue muy superior a Argentina en la jornada 2 del Grupo A del certamen continental; y destrozaron a Bolivia.
El balance de Costa Rica tiene que ser muy positivo. Estos chicos costarricenses se llevaron una experiencia inimaginable, seguramente, y fructífera creyendo que el toparse con combinados de un nivel superior los catapulta (aunque sea lentamente) hacia la superación.
Dicho lo de Costa Rica y agradeciéndoles por haber dado el sí tras la entendible renuncia de Japón, quiero centrarme en la Argentina de Sergio Batista.
Días atrás, en Twitter, alguno de esos seguidores que tienen más ganas de molestar y restar que de aportar, tuvo el tupé de decirme que quiero que a la selección de Argentina le vaya mal porque siempre critico a Batista.
Lógicamente que contra aquel “ciego” uno, que busca siempre aplicar el sentido común, no va a acercarse ni a una discusión. Un “sí, tenés razón” y a seguir viaje por la vida.
Soy crítico de Batista. Sí, lo reconozco. Y como aquí tengo la amplitud del explaye y no me veo encarcelado en 140 caracteres, me atrevo a la explicación.
La crítica tiene la bipolaridad de ser constructiva y destructiva. La segunda arista de esta ecuación no corre por mi mente. Cuando tomo impulso para criticar lo hago desde la orilla buena, donde las olas terminan rompiendo mansas. En todo caso la crítica desde mi sector debería recibirse como lo que analiza alguien que estudia el deporte (no solo el fútbol) desde diferentes ramas y buceando en el aporte para un plus y no una merma que pueda equivaler al deseo de desestabilización.
Insisto con que Batista no encontró el equipo. Mezcla y cambia y mete y saca… Está bien probar pero es lo que NO hace Checho. Planto un once ante Costa Rica, les indicó que se desempeñaran sobre un dibujo táctico ajeno al 4-3-3 y como el final contra los centroamericanos fue con sonrisa, ya está. Así nos quedamos. Contra Uruguay va a repetir el once que hizo vibrar a Córdoba. Sergio Romero en el arco; una línea de cuatro defensores con Pablo Zabaleta, Nico Burdisso, Gaby Milito y Javier Zanetti; en el medio estarán Fernando Gago y Javier Mascherano; delante Sergio Agüero, Lionel y Ángel Di María; Gonzalo Higuaín de punta definido.
Ya expliqué, en algún blog anterior, que el seleccionador argentino quiso burlarse de nosotros cuando supo declarar abiertamente que su modelo de juego era el del Barcelona y tras el espantoso acto ante la inteligencia de Colombia esbozó que ¡jamás lo había dicho!
Haber quitado del cuadro titular primero a Macos Rojo, luego a Tévez, Lavezzi y Banega, indica que existe una culpa directa para con estos hombres.
Solamente Lionel es imborrable, los otros 22 son vulnerables al lápiz del entrenador. En el papel de Batista podremos percatarnos de millones de cambios pero siempre va a estar escrito el apellido Messi. No quiero que quiten jamás a Leo del plantel, para mí es el intocable, el diferente, el que nos da la ilusión de soñar con dar un paso más allá, de recuperar la gloria perdida. Lo incómodo es saber que Batista mira de reojo a un mandamás que lo aprieta con la mirada.
Nos vemos el sábado, luego del partido.

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