Tuesday, June 14, 2011

Ho visto Palermo

En las próximas horas, en Argentina, saltará a la luz un programa especial sobre Martín Palermo, sobre el goleador, sobre el Loco, sobre el “Optimista del gol”, como un día definió Carlos Bianchi a este grandote de pasos toscos pero con una habilidad única para llenar los arcos rivales de anotaciones y cargar a los adversarios de frustraciones.
El programa se llamará “Yo vi a Palermo” y, partiendo de esa base, me permito parafrasear con la canción que los tifosi del Napoli inventaron a Diego Armando Maradona, su genio, su figura, su Dios.
Yo vi a Palermo. Lo disfruté, defendí, enaltecí, adoré, idolatré… yo lo admiré, lo admiro y lo admiraré.
Lo degradaron a las descripciones de madera, burro, perro, patadura, tronco, inmóvil. Jajajaja. Eso me genera. Sí, claro, risas. Luego de diecinueve años y con más de trescientos goles en su haber, ¿cómo es posible que a varios se les cruce por la mente pisotear a un atacante de tal estirpe?
El tipo fue consciente de sus limitaciones desde los primeros pasos. Trabajó más que los otros para superarse siempre. Comenzó en el fútbol calzándose guantes y, de haber perseverado en aquella cuestión, seguramente hubiera triunfado igual. Probablemente no habría alcanzado los matices que sí transita en el presente. Quizá hubiese sido uno más aunque es difícil creerlo a sabiendas de tu temple, de su empuje, de su tozudez y de su hambre por la autosuperación.
La de Martín fue una vida (profesional) de película. Realmente lo fue. Si con solo repasar algunas curiosidades uno advierte que no hay forma de refutar al Titán.
Ante Platense, por el torneo Clausura 1999, se resbaló a la hora de ejecutar un penal, dándole al balón con las dos piernas al mismo tiempo, como si fuese un muñequito de metegol, futbolito, o el nombre que quieran otorgarle al entretenimiento añejo.
El centésimo gol lo padeció Colón de Santa Fé, en el Cementerio de los Elefantes, donde este fue el único gigante al cual no lograron enterrar los Sabaleros en su recinto. No fue un tanto más y no solo por cargar con el impacto que genera el 100. Fue diferente porque empujó la pelota de pierna izquierda, la que desde hacía minutos lo invitó a renguear porque en una acción desafortunada se había roto los ligamentos cruzados de su rodilla.
Alejado de los campos por siete meses volvió… y apareció ante River, en choque por cuartos de final de la Copa Libertadores de 2000. Fue el famoso “gol con muletas” sobre el arco que da al Riachuelo. El grito, la celebración, el abrazo y las lágrimas con el doctor Araguas, quien estuvo a su lado durante la mayor cantidad de horas de los días.
En marzo de 2007, contra Gimnasia y Esgrima La Plata, Martín convirtió, por primera vez en su carrera, cuatro en un mismo encuentro. En esa misma semana lo castigó con tres a Estudiantes, su ex equipo –del cual es hincha- y acérrimo rival del Lobo, totalizando siete goles en siete días, récord en el fútbol de Argentina.
Llegó a ser elegido, por la FIFA, como el mejor cabeceador del mundo y en ese mismo 2008 volvió a romperse los ligamentos de la rodilla izquierda.
Es el máximo goleador de la historia de Boca, el dueño del registro con mayor cantidad de dianas en torneos cortos, con 20, lo que habla de una media superior a uno por juego. Hirió a River Plate en varias ocasiones, como lo comenté anteriormente, pero también en los polos: su primer y su último clásico. Jamás le faltó el respeto a los Millonarios aún calzando la camiseta bostera de su Boca. Y digo de su Boca porque es cierto que Martín es Pincha de alma, pero es de Boca de corazón. Contra el corazón, el alma no puede.
Vi a Palermo… lo vi errando tres penales en una Copa América, en Paraguay, pero también lo vi con la camiseta de la Selección de Argentina abriéndole las puertas del Mundial del Sudáfrica con el gol a Perú. Lo vi haciendo lo que nada más y nada menos Lionel Messi no pudo, un gol en el Mundial de 2010.
Lo vi emocionado, disfrutando su último partido en la cancha de Boca, abrazando desde su voz a cada uno de los boqueases y al resto de los fanáticos argentinos. Porque Palermo está más allá de una camiseta. Martín Palermo nació, desde hace unos días, en forma de leyenda.

1 comment: