Tuesday, May 24, 2011

Todo mal

¿O creen que en el fútbol de Argentina la cuestión es inversa? Está todo mal. De pies a cabeza. Desde las batallas campales que se generan en torneos del interior como el Argentino –y en el resto de las divisiones, hasta en Primera-, pasando por el fuego cruzado entre el señor Julio Grondona y Diego Armando Maradona.
Diego se hartó y habló. Lo hizo, como muchas veces, desde el corazón y no desde la cabeza. Lo hizo desde el resentimiento, desde la ebullición que le generan las repetidas actitudes de un mandamás que está atornillado a un puesto conveniente, que en algún momento le habrá hecho bien al fútbol de Argentina pero que desde hace tiempo no debería figurar. Un jefe que se siente dueño de lo propio y de lo ajeno. Un presidente que cuenta con el apoyo de casi la totalidad de sus homólogos de los diversos clubes y que cuando a alguno de éstos se le ocurre ir a contramano, indefectiblemente chocará con una pared imposible de penetrar (pregúntenle a Daniel Passarella). Una muralla que no podrá derrumbarse hasta que en AFA vuelva a haber democracia. ¿Qué? ¿Qué sí hay democracia? ¿No es una monarquía? ¿Nos “tragamos” lo de gobierno democrático porque hay elecciones en el seno del Comité Ejecutivo y desde finales de la década de 1970 hasta hoy siempre sale favorecido el mismo señor?
Es lógico que el fútbol argentino se esté descascarando. Es normal que hoy se sufra. Es típico que se coseche lo plantado. Hace rato –y confieso que jamás pensé que escribiría esto- Argentina perdió prestigio a nivel mundial. Ni siquiera contar con el mejor jugador de fútbol de la actualidad nos permite soñar. Y no podemos soñar porque Lionel Messi es un genio, realmente lo es… el problema es que no es Maradona y jamás lo será. No voy a meterme en ese dilema ni mucho menos. Tiempo atrás cometí el error y, como intento aprender de mis propios yerros, entendí que no valía la pena un movimiento diferente a disfrutar de su fútbol, de lo que genera, de lo que da, sin saber hasta donde llegará.
Al fútbol se gana en equipo y eso es lo que nos falta a nosotros. La soberbia nos posiciona lejos de lo normal. Porque lo simple es no privarse de ninguno de los destacados y, pese a ello, el técnico de la Selección Nacional está haciendo la “vista gorda” con Carlos Tévez, de quién se dijeron una cantidad de mentiras que lo ubicaron como el malo de la película. Batista tendrá que hablar con El Apache, deberán reunirse, es su obligación. Así como se ocupa de cada uno de los componentes que estarán también está sometido a las palabras con quienes, desde la utopía, emergen como innecesarios. Quizá Batista no le haya dado relevancia, la que merece, al momento de Tévez. Sí ha tenido tiempo para observar las inseguridades de Juan Pablo Carrizo. Ese Carrizo que por actuaciones como las que tuvo contra Boca y luego contra San Lorenzo no logró afianzarse en Europa. No es un ataque al portero de River ni mucho menos porque créase o no, es de lo mejorcito que posee Argentina en cuanto a arqueros.
Recuerdo que se criticó fuertemente a Maradona porque probaba y probaba jugadores. Que la lista de convocados por el ex Diez superó los cien apellidos. En un segmento de tiempo muy menor al transitado por Maradona al frente del combinado nacional, Batista ya citó casi noventa hombres diferentes. ¿Nadie dice nada a esto? Ojo. Veo bien que lo haga porque su trabajo es intentar, escudriñar. Cierto que aparecerán los que crean que la mayoría de esos jugadores no tienen nivel de selección aunque algún profesional podría sorprender y, merecidamente, hacerse un hueco entre los que lucirán la casaca albiceleste.
Se tocó fondo y cuesta subir. Falta oxígeno y parece no hallarse la salida. Hay una pendiente muy complicada para subir, para volver a ser, para posicionarnos otra vez entre los de la élite. Hoy es como intentar llegar a la luna en una de las calaveras con las que Cristóbal Colón descubrió América. Y que extrañeza, América es lo que deberá descubrir la Argentina para recién comenzar a pensar en poder dar el siguiente paso, algo más firme que lo que en el presente tiene la capacidad de llevar a cabo.

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