Tuesday, May 17, 2011

Todo pasa… lamentablemente


El TODO PASA es una frase de cabecera, es LA FRASE de Julio Grondona. Así esquiva los temas escabrosos, los incómodos, los que sabe que pueden generarle algún mínimo inconveniente al mandamás de la AFA.
Hoy se vio cercado. Fue, la del martes, una noche movida en la reunión del Comité Ejecutivo, donde los presidentes de los clubes se vieron los rostros en la “casa del fútbol” de Argentina.
Tan acalorada fue la jornada que el presidente de River Plate, Daniel Alberto Passarella a los gritos dejó clara su postura sobre lo que solicitó previo al Clásico ante Boca Juniors: no quería que Patricio Loustau fuera el referí del partido más importante de todos. Claro que el designado había sido Héctor Baldassi, el problema fue que debió ser internado e intervenido quirúrgicamente por una apendicitis. Entonces, “a dedo”, colocaron a Patricio, quien el fin de semana anterior había dirigido a Boca en La Paternal, en la victoria del Xeneize por 2 a 0 ante Argentinos Juniors. De hecho Passarella tenía la información de que, con Loustau, Boca todavía no perdió. El invicto, luego del domingo pasado, se ha estirado. Nadie logrará descifrar hasta cuando. Una paradoja realmente interesante, a sabiendas de que con el padre de Patricio, Juan Carlos, a Boca la vida no le sonrió. De paso, hay un dato nada menor. Justamente en un Clásico llevado a cabo en La Bombonera, en el año 1992, Boca derrotó a River por 1 a 0. Ese partido lo arbitró Juan Carlos Loustau y luego de estar el local en ventaja por el gol de Sergio “El Manteca” Martínez, caía el partido y Loustau le regaló a River un penal. Sancionó una falta de McAllister a Ariel Ortega pero la misma fue un metro fuera del área, por lo que su yerro arbitral derivó en un disparo desde el manchón de los once metros. Se generó un mito en torno al ejecutante del penal. Dicen que ninguno de los futbolistas de River quería patear hasta que Hernán Díaz, poco habituado a dicho terreno, se atrevió a enfrentar a Navarro Montoya. El Mono le adivinó la punta, se lanzó hacia su derecha y la desvió. Boca lo ganó de milagro y ese día nadie, en River, salió al cruce por la equivocación del silbante. Es cierto que Patricio debió sancionar, al menos, dos penales por agarrones en el área… tan cierto como este River lamentable no se vio superado –y muy bien- por uno de los Boca más flojos de los últimos veinte años. Tal vez más, pero de las pasadas dos décadas seguro. River tiene tantas falencias, se ve agobiado por el promedio del descenso y el futuro parece nada promisorio.
Passarella no tuvo un movimiento brillante. Entiendo que el presidente millonario no habló durante las 48 horas posteriores a la derrota con el rival de toda la vida pero fue a la guerra con un escarbadientes. Creyó que, por ser la cabeza de una de las instituciones más importantes del país, conseguiría el crédito necesario como para que su voz se oiga en todos los rincones del edificio de la calle Viamonte. Lo que no meditó, o no deseó cavilar, que Don Julio tiene mayor cantidad de aliados. Los que se paran del lado de Grondona para secundarlo, para dar el sí aún sabiendo que el capo puede estar pisando sobre un campo minado.
Passarella hizo lo que ejercieron en otros tiempos Mauricio Macri (ex Pte. Boca Juniors), Raúl Gámez (ex Pte. Vélez), entre algunos tantos. Grondona está al frente de la AFA desde fines de la década de 1970. Y no solo llegó a lo máximo a nivel casero, supo escabullirse hasta elevarse a la condición de vicepresidente de FIFA. Es pocas letras, es una de las personalidades de mayor influencia en la Federación Internacional.
Grondona no se amedrentará ante los gritos de alguien que fue caudillo de la selección de Argentina que ganó el Mundial de 1978, que siempre quiso lucir la albiceleste y que padeció una maniobra turbia al quedar marginado de México 1986 por cosas nada claras.
El manotazo de ahogado de Passarella no le dará resultado. Rogará para que Grondona abandone su silla. Necesitará un Dios aparte.

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