Sunday, March 27, 2011

De la pasividad al compromiso

Un 10 para Riquelme. No, no para su camiseta. Está claro que Román jugó para una calificación menor al máximo posible dentro de ciertos parámetros subjetivos pero se notó que JR juega a una cosa y el equipo (Boca Juniors) a otra. Ahora, es mucho más simple que los diez restantes se acoplen a Riquelme a que sea Román quien tenga que descifrar a los otros, a sus compañeros.
Un 10 para Falcioni. Su titubeo en cuanto al desorden a partir de excluir a Riquelme primero y luego a intentar el manotazo de ahogado para cambiar el genio de la gente hay que aceptarlo. Boca te devora. Te obliga, la vida del Xeneize, a estar despierto las 24 horas del día, a no pensar en otra cosa más allá del equipo, del club, de la mística. Es triste en varios aspectos, pero no deja de ser real. Ser DT de Boca no es para cualquiera. Desfilaron apellidos que no lograron escapar al "miedo escénico" (frase que odio pero me encontré en la situación de tener que escribirla). A Falcioni se le perdonan las dudas. Llegó a la Ribera en un momento complicado, con el equipo en baja, con la necesidad de resultados, con la mirada puesta en "la otra tabla". Boca no puede olvidarse de que en la Argentina hay un coeficiente que envía a dos clubes, de manera directa, a jugar el Nacional B; y otros dos a un repechaje (guerras futbolísticas si las hay) en donde una serie corta puede reaccionar en contra de la lógica.
A Falcioni podrá criticársele (destructivamente y con respeto) algún cambio mal realizado, quizá el armado táctico de algún partido. Lo que no se deberá poner jamás en discusión es que el hombre trabaja. Modificó, varió, buscó, intentó... Boca no fue brillante ante Colón pero sí superior. Diría que muy superior. De concretar las generadas seguro que los titulares de prensa estarían hablando, en este preciso instante, de un paseo ante los Sabaleros de Santa Fé.
El técnico no es responsable de que Martín ande cruzado con las redes del rival. Sí, justo Palermo. El máximo goleador de la vida de Boca Juniors no le puede meter. Calcula mal lo que parecen tantos hechos, esos que en el café con amigos de definen como más fáciles de hacerlos que de errarlos.
El camino simple es decir: Palermo está acabado es hora de Viatri como si Lucas fuera propietario de los pergaminos suficientes como para poder derrocar de la posición de centrodelantero titular al "optimista del gol" (Derechos Reservados para Carlos Bianchi).
El dibujo de Falcioni fue interesante, atractivo. Antes digo que tendrá que corregir los movimientos defensivos y la transición hacia atrás. Lo atrayente es capaz de desfigurarse a lo anodino. Boca tuvo tres en el fondo con Cellay, Caruzzo e Insaurralde; Somoza en el medio, como "5 tapón" y le corrían Calvo y Clemente por los laterales, quienes a su vez retrocedían para poblar el patio propio. Un Chavez suelto, un Ervitti pegado a Román, para la asociación de dos que tratan bien al esférico, y Palermo como única referencia verdadera en ataque. Cuando mejor se lo vio a Boca fue en los segmentos (escasos) donde reveló la aptitud para ser un equipo corto.
Los nervios, la obligación por ganar, el no tolerar un paso en falso, actuó en contra de los Xeneizes. Solo una genialidad bastaba para romper las cadenas del cero en el Cementerio de los Elefantes. Nació del derecho, del pie diestro de Riquelme. La caricia a la pelota quedará para otro día. Le entró duro, el balón salió seco y se metió cerca del palo de la mano izquierda de Pozo. ¿Error del arquero? De cierta forma sí, porque pensó que Riquelme enviaría la pelota en forma de centro y cuando del otro lado del balón está un tipo como el 10 de Boca, no se le debe dar paso a lo previsible, hay que hacerse adicto a la magia, a lo improvisado, a lo irreal. Ahí el porcentaje de acertar aumenta como la aceleración de una Ferrari.
Boca ganó. Insisto, no brilló. Total, pregúntele a cualquier hincha de Boca y la respuesta será de felicidad, de tranquilidad, de soñar con que fue el escalón inicial de un ascenso necesario.

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