Monday, March 28, 2011

Gambetas se buscan

Días atrás leyendo la revista El Gráfico me topé con una entrevista a Gustavo Cordera, ex líder de una banda que supo pisar fuerte en América y algunos países de Europa, hablamos de Bersuit Vergarabat.
Él es hincha de Lanús, ex futbolista del club (en divisiones inferiores), confieso habilidoso, otro de tantos que se atrevieron a explicar que una lesión de rodilla lo marginó de lo que amaba: el fútbol.
Hablar de fútbol con un argentino lleva a transitar, inevitablemente, por el tema Diego Maradona. Tarde o temprano en el diálogo aparece el astro en ese conglomerado de conceptos y opiniones. A los de mi generación nos alarma escuchar o leer que alguien no pone a Diego por encima de otros, del resto. Y Cordera lo pasó a un segundo sector a Maradona. No desconoce lo que significa Maradona ni niega haberse sentido maravillado por la magia de Maradona. Celebra que la vida le regaló la oportunidad de regocijarse con Diego. Vuelvo y cuento que el verdadero ídolo de Cordera es Ricardo Enrique Bochini. Fue el 10 de Independiente (casualmente jugador favorito de Maradona) el encargado de inspirar al artista, de acarrearlo hasta un extremo de virtual obligación de volcar frases inmiscuidas en composiciones adornadas con música.
La originalidad de Cordera no terminó en eso. Así como cuando cruzó la barrera de los treinta años y durante un viaje por Brasil decidió darle un giro total a su vida, inventó un verbo, con la naturalidad que no consigue usufructuar un catedrático. El verbo es Bochinear.
Bochinear es entender el fútbol, pensar antes que todos. Anticiparse a los veintiún mortales que están sobre el campo. Bochinear es celebrar los goles sin gritarlos para no herir al contrario, aunque el que esté del otro lado sea Racing.  Aunque Bochinear, por sobre todas las cosas, es gambetear; ambos de la primera conjugación.
Cuando escucho que el fútbol contemporáneo es más complicado que el de décadas antecesoras me choca una sensación ambigua. Entiendo que en ciertos sectores la implementación del físico y el desarrollo de la velocidad juega un rol protagónico. Donde se cocina el fútbol, donde se quiebran los empates o desventajas, donde se ubica el objetivo –léase arco de enfrente-, ahí saltan a escena falencias de la mayoría. Allí es cuando no concibo la comparación. El fútbol está acéfalo de gambeteadores.
Ante defensores gigantes y entrenados para ir al choque, con recursos emparentados más con lo bélico que con el ballet, la remuneración es amplia. Los zagueros son instruidos a mirar la pelota y no a clavar los ojos en los de  quien avanza porque con la lectura de las piernas les alcanza, porque la improvisación quedó solo para la poesía, porque inevitablemente el fútbol va en camino de codearse con lo armado y preestablecido y se aparta de la  repentización y la creatividad.
¿Por qué se destaca Messi por ejemplo? Porque gambetea. Porque hace un culto de lo que es natural para él. Le nace encarar buscando las variables que el ir al frente le muestra a los intelectuales.
Lo común en Lionel (y en hombres de similares idiosincrasias) es verlo reacio a los remates de larga distancia, lo que no implica que no los emplee de ser irremediable. Quien gambetea se asocia siempre por lo bajo, no levanta la pelota ni espera descargas aéreas. Quien gambetea es propietario de una triple amenaza: encarar, asistir y/o disparar.
Se está perdiendo la gambeta, está quedando en la historia. Es un recurso en extinción. Nos maravillamos con el fútbol que despliega un equipo que tiene la virtud de apropiarse de la pelota durante las tres cuartas partes de un enfrentamiento sin importar que la mayoría de las veces la pelota circule de un andarivel a otro por la mitad de la cancha.
Los planteles integrados por futbolistas de buen pie, que cuidan el balón, requieren de un “distinto”, les urge beneficiarse con el catálogo del creador, del promotor del desequilibrio. Lo esquemático no abre las compuertas con la facilidad de la gambeta.
Merma el inventario de caraduras y los productos ordenados conquistan el mercado.
Que no muera la gambeta porque si el deceso se transfigura a realidad también dejará de vivir el fútbol. Más allá de que una pelota ruede ya nada será igual.

1 comment:

  1. Siempre digo que la mejor vía para llegar al gol, y generar un fútbol plausible, es metiéndole en este caso no bomba, Diego, si no gambeta (Me gusta definir esta variable también en lo colectivo, como una mezcla de la gambeta individual sumada a las variables que sigo relacionando a continuación), otra dosis de asociación y buen criterio para el desmarque (Algo que no veo en muchos equipos, para mi el mejor exponente, Barcelona), a tu juego. Son variables que si las implementas de modo correcto, te permiten “escurrirte” entre la defensa rival con mayor facilidad. Al fútbol del buen toque, asociación, gambeta individual y “colectiva”, continuos y punzantes desmarques, lo catalogué como el Fútbol Fácil, pensando en la facilidad que observo en los equipos que lo aplican, unos con más facilidad, claridad y resultado que otros, para crear peligro, generar las mejores ocasiones de gol, aunque quizás no lleguen a obtener el resultado esperado por determinados factores. Ahora, lo que es difícil es llegar a ponerlo en práctica, dominarlo, comprenderlo. Jugadores como Maradona o Lio, te ofrecen un considerable por ciento para tratar de “derribar” cualquier muralla defensiva con su poder para gambetear. En estos momentos veo a Messi vs USA, pienso en Lamela, Ganso, Neymar. Quedan esperanzas Diego!!

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