Tuesday, March 22, 2011

Seguimos esperando que hagan algo

Aníbal Fernández, Jefe de Gabinete del Gobierno, se limitó a expresar que los próximos partidos entre Vélez y San Lorenzo tienen que jugarse a puertas cerradas. Lo que ocurre es que al señor Fernández no le mataron un familiar en una cancha de fútbol o en las inmediaciones a un estadio. Esto le imposibilita entender lo que es la pérdida de un padre para las criaturas que ya no verán más a Ramón Aramayo al cual presuntamente lo mató la policía luego de un cacheo de control en uno de los controles rumbo al Amalfitani.

Es hora de dejar de hablar y comenzar a hacer. No se logra nada con quitar a la gente de las canchas. O tal vez sí. De esa manera quizá hagan realidad el FÚTBOL PARA TODOS que hoy en día no es para todos.

Perdí la cuenta de las muertes ligadas a este deporte. El fútbol no tiene la culpa porque “el fútbol” es abstracto. El fútbol es parte de la sociedad y en los campos lo que se percibe es odio, represión, violencia, tantas características tristes de una comunidad en donde la minoría está capacitada y goza de la libertad de imposibilitar el desarrollo de la vida normal de la mayoría.

Uno se harta de notar que ocurre una tragedia y en las horas siguientes a la misma hablan todos pero no se cruza uno, ni uno, que haga algo.
Total, ¿cuál es el problema? Si en unos días más nadie (al margen de sus seres queridos) recordarán a Aramayo.
Fallecieron un centenar de personas en Cromañón hace varios años, ¿y?
Viva la joda. Que triste.
A veces pienso que fui un afortunado por tener la capacidad de irme de mi país, cansado del maltrato diario con el que convive la población. Harto de la falta de respeto, de la inseguridad, de tener que mimetizarme con aspectos que deseo tenerlos bien lejos.

Lastimosamente la de Aramayo no será la última muerte que se vea en el contorno o en el núcleo del fútbol de Argentina. Vendrán más. Y los responsables seguirán pasándose la pelota, con una magia digna del fútbol del Barcelona.
Que triste, que caraduras. No le responden al ciudadano, al que los eligió, al que permitió que llegaran a los puestos que ocupan en la actualidad.

Deberían mirarse al espejo y preguntarse como responderían si lo que soportó Aramayo los enfrenta a alguno de sus hijos.
Qué pena me da, qué impotencia me genera.

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